Capítulo 6

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Desde luego, el ambiente erótico-festivo de la noche anterior había desaparecido cuando los doce semidioses se colocaron alrededor de la gran mesa de granito de la sala principal del palacio de Cnosos. Aún estaban abrumados por la grandeza de este, que lucía como si el último rey micénico, diez mil años atrás, hubiera caminado por sus pasillos aquella misma mañana. Lámparas pulidas, suelos brillantes, camas de sábanas frescas y fuentes borboteantes. A Giselle aquello no le encajaba. Historia de Grecia era una de las muchas disciplinas en las que era experta, y aquellos muros habían sido derruidos miles de años atrás, y de ellos sólo deberían quedar las ruinas.

Jimin cruzó los brazos, inquieta. La situación no le gustaba un pelo. Circe, aquella isla, aquel palacio, tanto secretismo, que sus padres aún no hubieran hecho acto de presencia... No le daba buena espina. Mientras esperaban - pues eso le había dicho la bruja que hicieran, esperar - le lanzaba miradas veladas a Minjeong, que aunque ahora tenía el mismo semblante grave que todos los demás, se había dedicado a conversar con Kai durante todo el camino, y por supuesto, se había asegurado de reír lo suficientemente alto para que la rubia se enterase. Quería molestarla, que tuviera bien claro que no le pertenecía a ella ni a nadie, y que aunque sus acusaciones habían sido falsas - no había tocado a Ryujin - podía compartir su cuerpo con quien le viniera en gana.

Sin embargo, se equivocaba por completo adivinando los pensamientos de Jimin. Había celos, por supuesto, pero no más fuertes de los que pudo haber sentido al verla bailar por los demás. Celos constantes pero para nada violentos, celos de resignación. La tristeza era el sentimiento que la dominaba, y Jimin nunca había sabido gestionar la tristeza. La transformaba en rabia sin quererlo y sin poder evitarlo tan solo consiguiendo dañar a aquellos que estaban a su alrededor en el momento de la explosión. Durante unos instantes, unos instantes cortos y preciosos, había creído que Minjeong sería aquella que la quisiera después del sexo. Pero había errado, por supuesto. ¿Quién iba a quererla a ella? ¿Quién iba a enamorarse de la muerte?

Volvió a mirar a Minjeong, que mordisqueaba su labio inferior con preocupación. Jimin recordó que ella también lo había hecho. La pasión también estaba ahí; la pelirroja despertaba cada terminación nerviosa de su cuerpo con solo existir a su alrededor. Se preguntó si se trataba de la sangre de Venus corriendo por sus entrañas o si era la esencia pura de Kim Minjeong. La pelirroja capturó los ojos de Jimin en los suyos mientras esta la miraba. Por un segundo sus miradas se quedaron atrapadas la una con la otra, intentando descifrar los pensamientos en iris aMinos, pero en seguida se rompió la conexión. Minjeong miró a otra parte y Jimin bajó la suya al suelo, suspirando. La había fastidiado con Minjeong. Tal vez no compartiera con ella una vida, como había imaginado momentáneamente en el éxtasis de su boca, eso era improbable, una ensoñación de sexo y alcohol - ¡apenas se conocían!-, pero al menos no hubiera querido acabar así.

Las grandes puertas se abrieron, dejando entrar a un personaje al que todos conocían, que había encontrado a cada uno de ellos alrededor del mundo para enviarles las misivas de sus padres.

-Hermes... - susurró Giselle.

El halo resplandeciente a su alrededor (que hubiera sido invisible para los mortales, pero que ellos como hijos del Olimpo podían ver) delataba su divinidad, y aunque no era imponente o poderoso como Zeus, era terriblemente hermoso. Sus rizos rubios caían sobre unos hombros delgados bajo su gorro de mensajero, tras esos ojos de ladrón. A ninguno le pasó inadvertida la argolla de hierro amarrada a su tobillo. Preso.

-Bienvenidos a casa, héroes - dijo en tono apagado -. Espero que la encontréis de vuestro agrado.

Ninguno abrió la boca. A pesar de ser un dios menor, estaba significativamente más alto en la jerarquía divina que ellos.




The great 12 - Winrina/JiminjeongDär berättelser lever. Upptäck nu