Epílogo

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Florida, Estados Unidos                              

                              

La curva de la sonrisa de la mujer de brazos cruzado se acentuó cuando vio la moto entrar al aparcamiento. La otra chica, la motorista, no llevaba casco. ¿Para qué? No corría peligro alguno. Su cabezo ceniciento se movía alrededor de su cabeza y sus ojos escrutaban el garaje. Se detuvieron en ella, y avanzó con cautela aún sobre el vehículo. Cuando estuvo delante suya, bajó un pie para estabilizarse, pisando firmemente con su bota negra. 

                              

-¿Aeri Uchinaga? – inquirió. 

                              

La otra dio un paso adelante, quedándose en frente de la moto, analizando cada detalle de la que pasaría a ser su acompañante. 

                              

-Mejor Giselle, es un placer, hija de Hades. 

                              

La de la moto frunció el ceño. Cuando Hermes había irrumpido en su casa, dejándole una carta sellada por el Olimpo, no le había dicho nada sobre la ascendencia de su pareja.

                              

-Es evidente – dijo Giselle adivinando los pensamientos de la otra -. Esa moto, esa chaqueta negra, esa cara de mala hostia, esas ojeras de muerta .- Sonrió divertida por su propio chiste. Hades, dios de los muertos, señor del Tártaro -. Eres un puto cliché, Yu Jimin. 

                              

Jimin se bajó de la moto, se echó su macuto al hombro y comenzó a caminar hacia la entrada del aeropuerto. No sabía de qué estúpido dios plasta era hija la otra pero no tenía ganas de averiguarlo. Giselle caminó a su lado con paso seguro, arrastrando su maleta. 

                              

-Vale que no seas muy locuaz – continuó Giselle -. Pero al menos tendrás alguna hipótesis de por qué demonios está pasando esto. 

                              

Jimin, refunfuñando, sacó el sobre abierto del interior de su chaqueta y lo inspeccionó. Era exactamente igual que el suyo. Una citación de los dioses a Grecia entregada por Hermes en sus propias casas, sin más explicación. Irían, no obstante. Nadie le llevaba la contraria a los dioses. 

                              

-No lo sé – dijo Jimin -. A nuestros queridos padres les gusta mucho molestar, por si no te has dado cuenta.

                              

Giselle rió, entrando a la terminal del aeropuerto. El avión a Atenas salía en quince minutos, pero con sus billetes privilegiados no tendrían que esperar nada en absoluto. 

                              

-¿A ti tu papi te ha llamado muchas veces durante tu vida? 

                              

Los ojos de Jimin se ensombrecieron mientras le daba su billete a la recepcionista. 

The great 12 - Winrina/JiminjeongWhere stories live. Discover now