Capitulo 8. Rompiendo las reglas (Parte II)

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Adrián despertó confundido y con un intenso dolor de cabeza. Se incorporó en la cama y poco a poco sus ojos se fueron adaptando a la cegadora luz que se colaba por la ventana. Hizo ademán de taparse la cara con la mano, cuando de pronto un grito de la persona a su lado le volvió más agudo el dolor en las sienes.

– ¡Señor Bell! –gritó Tom conmocionado.

Adrián se sostuvo con ambas manos la cabeza y luego miró al chico quien parecía más preocupado que antes.

– ¿Se encuentra bien?¿Quiere que llame a la enfermera?

La paciencia del príncipe se agotó –Deja de gritar –le dijo– ¿Qué fue lo que pasó?

Tom dudó un poco antes de responder– Estrelló su auto al frente de un bar.

–No me acuerdo de nada– el príncipe palpo el vendaje que tenía sobre la tapa superior de la cabeza–. Lo último que recuerdo es haber entrado en un bar y haberme encontrado con Franco y algunos de sus amigos de la facultad. Renté una habitación para tomar a solas, pero ellos insistieron y me arrastraron hasta la sala donde estaban –.Una repentina punzada en la frente le hizo dejar de hablar.

–No se esfuerce señor. Voy a llamar al doctor –dijo Tom mientras iba hacia la puerta–. Su abuelo ha estado muy preocupado.

Adrián abrió los ojos nuevamente y se olvidó del dolor que le aquejaba– ¿Mi abuelo? –dijo agarrando a Tom fuertemente del brazo.– ¿Mi abuelo sabe dónde estoy?

–Si señor...–respondió Tom– Ha sido inevitable, el señor Roberts ha llegado ayer por la mañana en cuanto se enteró de su accidente.

– ¿Ayer? ¿Cuántos días han pasado desde que tuve el accidente?

–Tres días –Adrián soltó a Tom y se recostó con cuidado en la cama.

Apretó con fuerza los puños mientras pensaba en todo lo que había tenido que pasar para alejarse de su abuelo, y como por un simple accidente, fue devuelto al justo punto donde todo había empezado.

–Entonces iré a avisarle al doctor. Con su permiso me retiro señor –dijo Tom cerrando con especial cuidado las dos puertas de la habitación, siendo consciente del mal momento que debía estar pasando el príncipe.

Adrián se levantó y desconectó el suero que le estaba siendo suministrado. Encontró en una orilla de la habitación, un perfecto traje negro que Tom había dejado para él. Se lo probó y ajustó sus gemelos y reloj a juego. Se dispuso a salir, cuando se encontró de frente con su abuelo, quien lo miraba imperturbable desde la puerta junto al doctor.

El señor Roberts se adentró en la habitación, dejó a un lado su molesto bastón, se sentó y con un gesto le indicó a Adrián que hiciese lo mismo. Encendió la televisión. Una reportera narraba desde lo que parecía ser la fachada de un hospital.

«Investigaciones por parte de la policía federal, por el caso del heredero más joven de la multi millonaria familia Bell, quien se encontró muy grave según fuentes extraoficiales, después de un accidente de tránsito en una zona concurrida del centro de la ciudad. Federales afirman que el acaudalado joven mejor conocido como Adrián Bell, ha conducido en estado de ebriedad, el juzgado...» –Adrián se escandalizó al escuchar la palabra "Ebriedad". El señor Roberts apagó el televisor.

–¿Sabes que es lo que odio más que una persona ignorante? –Dijo dirigiéndose a Adrián– ¿Lo sabes?

Adrián permaneció en silencio observando sus rodillas desde la orilla de la cama.

–Una persona insolente –respondió por fin el señor Roberts. –Si no ibas a responsabilizarte por tus actos, ¡más vale que hubieras cerrado la boca y acatado mis órdenes! –Exclamó claramente enfurecido– y ahora, toda la familia está sufriendo una vergüenza por tus descuidos. –señaló groseramente a su nieto.

La búsqueda del príncipeWhere stories live. Discover now