Capitulo 2. Pequeña felicidad

51 35 9
                                    


El auto del señor Bell se dirigía hacia un pueblo pequeño y no muy conocido en la región, justo como el hombre había requerido a su conductor tan solo momentos antes; la noche iba cayendo y el aire empezaba a tornarse un poco húmedo por la brisa nocturna, pero eso no era lo que hacía que Tom sintiese un intenso frío recorriéndole todo el cuerpo en ese preciso momento.

Desde el retrovisor del auto, Tom había estado observando atentamente al señor Bell. La actitud de su jefe llevaba un buen rato molestándole. El señor Bell se encontraba terriblemente impaciente, y se lo había hecho saber en reiteradas ocasiones a Tom, quien no pudo conducir tranquilamente ni por un solo instante. 

Pero lo que verdaderamente había sacado de sus casillas a Tom con respecto a la extraña situación, su mente ahora se convertía en un inmenso mar de emociones. Tom estaba completamente aturdido por la confesión que había recibido tan solo unos instantes atrás.

Mientras habían estado ambos en el auto, había reinado un profundo silencio, exceptuando claro, por los movimientos nerviosos que hacía de vez en cuando el señor Bell, y uno que otro suspiro cansado que dejaba escapar Tom; tal había sido la conmoción que le habían causado las palabras del señor Bell, que Tom quien no se callaba más de cinco minutos para no hacer sentir incómodo a alguien, llevaba alrededor de más de una hora sin mencionar palabra alguna.

–Y ¿Cómo se llama? –preguntó Tom ajustando el retrovisor para asegurarse de captar hasta el más mínimo detalle en la expresión del señor Bell.

–Sarah –Adrián no quitó ni por un momento la vista de la ventana.

–Así que Sarah... ¿Cuántos años tiene? ¿Es bonita? ¿Cómo se conocieron? ¿Fue amor a primera vista?

El príncipe no respondió.

–¿Estoy siendo muy indiscreto?

–Si ya lo sabes para que te molestas en preguntar

Aunque Tom quería obtener toda la información de primera mano, si insistía un poco más, estaba seguro que el señor Bell lo abandonaría en cualquier lugar en medio de la carretera.

Ahora que se había bajado para cargar un poco de combustible para seguir el camino, Tom, sentía que podía respirar con un poco más de tranquilidad, pero sus dudas le seguían atormentando sin parar.

Por más que lo pensaba una y otra vez, no le encontraba forma al disparate que le había parecido todo aquello. 

Por años había trabajado como su conductor, viéndole diariamente, Tom se enorgullecía de conocer, un poco mejor al señor Bell que incluso su propia familia. Con respecto a esto, si alguien le hubiese preguntado alguna vez acerca de las preferencias románticas del príncipe, podría haberle incluso jurado, que este hombre era completamente asexual y que tal vez sentía una mayor preferencia hacia el hecho de admirarse en un espejo por horas tal como lo haría un narcisista; esto a pesar de que el señor Bell jamás había demostrado tal afición, o tal vez quizás era solo que carecía de interés por todo tipo de cosas relacionadas con el romance.

Esta creencia, estaba fundamentada por el simple hecho de que Adrián Bell oponía una resistencia admirable ante el hecho de tener que casarse, y aun cuando no tuvo más opción que hacerlo, había dejado en claro de que solo sería un matrimonio en papeles. Entonces, ¿Qué era de repente todo aquello?

Desde su propia boca, Tom había tenido que escucharle decir que no solo tenía una mujer en mente a quien había llamado "su prometida" y que no conforme con solo eso, el príncipe había abandonado todo lo que podía considerarse "su mundo" por ir tras ella, mientras que nadie había siquiera sospechado nada al respecto. De haber sabido que no solo era bueno para ocultar sus emociones, sino que también lo era para despistar, Tom hubiera instado a su jefe a participar en los juegos de póker que organizaba los jueves por la noche el sr. Roberts; ¡definitivamente el señor Bell habría ganado por ventaja absoluta!

La búsqueda del príncipeWhere stories live. Discover now