[31] the truth untold

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Abro la puerta de mi casa, con una lista de palabras ensayadas en el camino, nunca creí que debía contar toda la verdad de esta forma. Los
nervios me carcomen por dentro a la vez que subo las escaleras en busca de esa figura femenina que debe odiarme como nunca ahora mismo. Llego a la habitación después de revisar hasta el baño y no está, sus cosas no están, su ropa en el armario tampoco, siento como un balde de agua fría me cae encima, no puede irse de esta forma sin saber la verdad.
Antes de que sea demasiado tarde agarro las llaves del auto sin
siquiera tomarme la molestia en cambiarme de ropa, me subo y
arranco hasta la entrada del barrio donde dos de los oficiales de confianza están en sus respectivos turnos de trabajo. Uno de ellos se acerca al ver que estacioné allí, lo
reconocí, era Chenle.

— Buenos días señor Lee ¿Que se le ofrece?-saluda con amabilidad sin tener una idea de lo desesperado que me encuentro ahora y en el aprieto que me metí.

Le doy mi mejor sonrisa.

— Buenos días, Chenle. ¿Por
casualidad no viste a Rosé salir de la casa? -muerdo mi labio inferior agarrando con fuerza el volante. El oficial parece pensar y mira a su compañero como si confirmaran algo entre ellos.

— Ella acaba de salir hace menos
de ¿media hora quizás? Subió a un taxi. Hasta vino a despedirse de nosotros.

— El aeropuerto —susurro por lo bajo-—Gracias Chenle, eres de gran ayuda. Podría decir que hasta me salvaste la vida.

— ¡No sé que fue lo que hiciste o lo que está pasando pero mucha
suerte!.–grita una vez que comienzo a salir de la propiedad. Hago sonar la bocina en forma de que recibí sus palabras alentadoras y me apresuro en llegar a tiempo al aeropuerto.
Como no se me había ocurrido antes, tuve suerte de que no se fue la misma tarde que la abandoné en el altar. Mierda, suena tan mal si lo digo de esa forma. El primer lugar al que se me ocurre donde irá es a Los Ángeles con su familia, ella solía hablarme siempre de su madre, que extrañaba verla y hornear pasteles de todo tipo, pero si se quedaba en Seúl era por mí y nada más que por mí. No sé si esto me haga sentir mejor así que dejo de pensar y observo que camino debo tomar para llegar lo antes posible.
La avenida está vacía, clara representación de un típico domingo aburrido, me es más fácil estacionar y correr como un desequilibrado por todo el aeropuerto. De hecho es más fácil encontrar a Rosé, el alivio me recorre el cuerpo cuando la veo en esa pequeña multitud, parada, lista para ir a la puerta de embarque, no carga las maletas pero si una pequeña mochila muy
de su estilo.

Gira apenas me ve llegar a su lado.

—¿Que estás haciendo acá?-pregunta sorprendida y molesta,
muy molesta por verme.

—Vengo a... —trato de respirar
normal por correr tanto, me toco el pecho de manera exagerada—.....
decirte la verdad.

—No quiero escuchar a un
mentiroso como tú. Tampoco me interesa saber que tienes otra mujer.-Me río entre harto e indignado.—¿De qué mierda te ríes? ¿A eso viniste, a reírte de mí?—me atacó empujandome con fuerza—¡Eres una mierda, te desconozco!

—¡No grites que nos miran todos!

—¡Yo grito todo lo que quiera! ¡Que todos sepan que Lee Felix es un cobarde y me dejó plantada en el
altar!

La multitud gira hacia nosotros, comenzando a murmurar.
Desconozco a Rose, nunca antes
la había visto tan molesta y alterada. Mi cara se torna roja por el drama, avergonzado la tomo del brazo alejándonos un poco de esas personas que no tienen algo mejor que hacer que divertirse con nuestros conflictos.

— Tienes que escucharme por qué hice lo que hice, Rose-intento tranquilizarla pero otra vez me aleja de ella, siquiera quiere que la toque.

— Nada justifica lo que me hiciste
¡No hay absolutamente nada que lo
justifique!

i hate himDonde viven las historias. Descúbrelo ahora