Capítulo Treinta y Dos

1.5K 113 6
                                    

Avery


Puede ser fácil recibir la felicidad y acostumbrarse a los buenos momentos y difícil dejar ir el dolor y los malos recuerdos. Es tan sencillo soñar con el futuro y tan complicado aceptar que las cosas no siempre saldrá como queramos. La vida tiene un encanto agridulce que es casi divertido. Un día estás disfrutando de las alturas y al otro estás cayendo sumido en un pozo profundo, y así muchas veces, nunca se está siempre arriba, ni tampoco permanecerás siempre abajo. Es un ciclo. Sin embargo, es cuando estás descendiendo cuando se vuelve complicado recordar esto, escuchar la pequeña voz en tu cabeza que te recuerda que lo malo pasará, incluso cuando hay brazos sosteniéndote, sigue siendo difícil.

Ahora, súmale a esa mezcla de dudas, inseguridades y miedos una considerada cantidad de hormonas y obtendrás una mezcla volátil, llanto asegurado casi a diario; es así como me siento últimamente, es simplemente agotador.

No obstante, soy consciente que soy de las afortunadas, de esas personas que no tienen que atravesar su dolor en solitario. Brazos firmes y gentiles que rodean mi cintura, junto a una respiración rozando mi coronilla, son el justo recordatorio de que no estoy sola. Y esa voz, esa suave voz en mi oído me recuerda que tengo permitido sentir y llorar, tener miedo y ser vulnerable, porque soy humana, porque no tengo que ser fuerte todo el tiempo... Porque hay alguien dispuesto a sostenerme en una pieza mientras siento que me desmorono.

―Está bien, está bien... Déjalo salir.

Después de no sé cuánto tiempo consigo calmar mi llanto al fin, sintiendo en mi pecho un especie de alivio, de liberación, también me siento extremadamente cansada. Supongo que eso es lo que hace drenar tu alma en lágrimas.

―¿Estás mejor? ―cuestiona en un murmullo cuando me remuevo separarme y crear un poco de espacio, no queriendo continuar llenándola de mis mocos. Dios, qué asco. Hago una mueca al notar una mancha húmeda en la tela en su hombro, mas una mano debajo de mi barbilla me insta a conectar mi mirada con un par de bonitos ojos verdes, lo cuales parece buscar una respuesta en los míos.

―Estoy... Estoy mejor, sí ―Mi voz suena horriblemente ronca debido al llanto y el desuso.

Ella asiente mientras prosigue a limpiar con suavidad mi cara, la cual siento caliente e hinchada. Cielos, debo verme espantosa en este momento.

―Luces cansada.

―Una buena forma de decirle a una chica que se ve como un cuadro mal pintado ―intento bromear, pero la pequeña mueca que frunce sus facciones me indica que no fue bien recibida, así que, tras soltar un profundo suspiro, decido esta vez la honestidad―. Me siento agotada.

―Deberías descansar.

―Yo...

―Avery ―me corta, y su mirada declara que no aceptará ninguna negación. Resignada a pelear, acabo por asentir murmurando un acuerdo―. Bien. Acuéstate un momento, iré por agua y algo ligero para que comas.

―No tengo hambre.

―Tienes que comer.

Otro suspiro, y musito:

―Está bien.

Con una mano acuna mi mejilla derecha en un tierno contacto, su pulgar acaricia suavemente la zona al alcance, a la vez, sus ojos se mantienen fijos en los míos, atravesándome, atrapándome, sin mostrar reconocimiento ante los estragos que están provocando en mi interior, en mi pobre y sensible corazón.

―Déjame cuidarte ―Su petición, expresada en un tono afectivo y lleno de calidad genuina, trae nuevas lágrimas a mis ojos.

Muchos son los que han descrito al amor como una caída libre, muchas veces precipitada y sin aparente retorno... Y es así. No existe otra manera acertada para describir en palabras conocidas la sensación que estoy experimentando en este preciso instante donde lo único que puedo pensar es en cómo y cuánto me hace sentir esta mujer frente a mí.

Fuera Del PlanWhere stories live. Discover now