Capítulo Veintiséis

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Avery


Ser honesto muchas veces es aterrador, pues no tienes la certeza de si acabarás lastimando a la otra persona sin querer o incluso si tú podrías salir lastimado en consecuencia, pero, al final de cuentas, la verdad puede ser la mejor ruta para que no existan malentendidos.

He sido clara, quiero estar en la vida de los bebés como también en la suya, quiero saber si podemos convertirnos en ese algo que muchos sueñan y pocos consiguen, incluso si nuestra historia no es la usual, y es que ignorar mis sentimientos nunca ha sido mi mayor virtud. Si algo me gusta, voy por ello de cabeza.

Mientras que Meghan sigue mayormente la lógica y la razón, yo sigo mi instinto, mi corazón, y pese a que muchas veces esto me lleva a ser un tanto impulsiva o imprudente, no me arrepiento de mi forma de ser porque incluso de mis errores he aprendido, he crecido, y me gusta quién soy ahora y en dónde estoy.

Como una vez me dijo mi abuela: «cada persona vive su vida a su manera, y no significa que una sea la correcta y las demás no, sino que cada quien tiene el deber de vivir mediante sus propias aspiraciones y sueños.»

Es como en la cocina, existirán sabores y olores que te van a gustar, diversos ingredientes que funcionarán bien en la receta que quieres crear, mas no todos los gustos y recetas son iguales. Cada platillo es único a su manera y cada persona también lo es.

―¿En qué piensas?

Sacada de mis pensamientos, me quedo quieta unos segundos sin saber si estoy preparada para girarme y enfrentar lo que veré. Después del drenaje de emociones por el hermoso momento en la cocina, hubo cierta vacilación por su parte de si mejor sería quedarnos adentro y descansar, pero ―masoquista o inteligente de mí, depende de cómo se mire―, le dije de seguir con el plan de disfrutar de la tarde en la piscina.

Señor, soy yo otra vez, sigo precisando su ayuda aquí.

Tomando una respiración sutil, despego mi mirada de la piscina para dirigirla a la pelinegra. ¡Jo-der! No cabe dudas, Dios tiene a sus favoritos. Si pensé que Meghan en traje de oficina era letal para mis hormonas, esta versión ataviada con una traje de baño color vino de dos piezas definitivamente sí será mi muerte.

Listo, ahora sí me les fui.

―No me digas, creo que me hago una idea ―prosigue con una sonrisa entretenida.

Sabiéndome atrapada, entierro mi rostro en mis manos mientras un gemido lastimero escapa de mi garganta por la vergüenza. ¿Por qué me siento de nuevo como una colegiala? ¡Soy una mujer ya!... Una mujer hormonal y caliente, cabe agregar.

Rayos.

―Trágame tierra y escúpeme en Saskatchewan ―mascullo para mí misma.

―Eres linda cuando te sonrojas.

―No ayudas ―digo tras otro gimoteo vergonzoso. La escucho reír, y el sonido suena más cerca que antes―. No te burles.

―Dejaré de hacerlo si me miras.

―No quiero ―me quejo en un puchero que no puede ver.

―Vamos. Hazlo por mí.

Ceso mi lamento cuando la oigo tomar asiento en la tumbona de al lado, y juro que puede sentir su mirada sobre mí. Con una lentitud exagerada, bajo mis manos hasta dejarlas descansar sobre mi vientre desnudo, todavía sin borrar mi puchero. Su expresión sonriente es lo que veo, y pese a que quiero fingir molestia, siento mi propia sonrisa querer tirar de mis labios.

―No tienes que avergonzarte de mirar, es normal. Si ayuda, yo también encuentro complicado no quedarme absorta contemplando tu belleza.

―Oh Dios, detente.

Fuera Del PlanWhere stories live. Discover now