Capítulo Veinticuatro

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Meghan


Ser una persona con un nivel elevado de perfeccionismo significa que algunas tareas simples pueden llevar más tiempo del que deberían por el hecho de llegar a evaluar hasta el mínimo detalle. Es una virtud y un defecto en el cual sigo trabajando constantemente. No obstante, para la elección de la casa, la atención al detalle fue un punto indispensable puesto que no iba a conformarme con nada menos que un sitio agradable, cómodo y seguro, lo que, después de una minuciosa búsqueda, y múltiples consideraciones descartadas, me llevó al familiar suburbio de Coral Gables.

La casa tiene cuatro dormitorios, cinco baños, un cuarto de lavandería, una amplia sala de estar, una cocina con electrodomésticos de alta, un despacho, un ático convertido en una sala de cine, un garaje doble y un espacioso patio trasero con piscina y bañera de hidromasaje incluida. De igual modo, en los meses anteriores se le estuvo realizando varias modificaciones a mi pedido, con el objetivo de que se ajustara totalmente a lo que deseaba.

Al igual que el penthouse, toda la casa cuenta con domótica, alarma de seguridad, y, siendo imperativo, la verificación de que cada rincón fuera seguro para la crianza de un bebé.

―Si no supieras quién eres, me habría sorprendido lo rápido que se ejecutó la mudanza.

―Lo tomo como un cumplido.

―Lo es ―asegura―. Ella no puede dejar de ser una jefa incluso fuera de la compañía ―finge resoplar hacia la pelirroja que concuerda con un asentimiento apenas ocultado su sonrisa entretenida alrededor del bocado que da su ensalada de frutas.

Actualmente nos encontramos en la cocina mientras que el equipo de mudanza se encarga de hacer la que espero sea el último traslado, habiendo sido arrastrada a regañadientes a un lado por mi mejor amigo después de atraparme nuevamente en la entrada observando cómo sacaban las cosas del camión hacia el interior de la casa para colocarlos bajo la dirección del decorador, con quien previamente tuve una reunión sobre la disposición estos mismos. El resto de cosas ―como ropa, artículos de limpieza personal y demás―, seremos nosotras las encargadas de organizarlas en nuestras respectivas habitaciones.

Con honestidad, no se trata de falta de confianza hacia Mercer sobre su competencia para realizar el trabajo, él me ha demostrado fielmente que comprende lo que quiero aquí, e incluso podría asegurar que es el mejor que he conocido en su área, sin embargo no puedo evitar querer confirmar que todo esté intachable, al final de cuentas estamos hablando de la que será mi casa y la de mis hijos por ―al menos― varios años.

―No me puedes culpar por querer asegurarme de que la casa esté lista lo más pronto posible, más tomando en consideración el incalculable pero inminente nacimiento de mis primogénitos.

―Ahí te doy un punto. Sin embargo, no hay necesidad de hacer que todo el personal de la mudanza tenga miedo de caminar a tu alrededor.

―Ahora exageras ―murmuro, poco impresionada por su dramatismo―. No es como si les hubiera gritado o amenazado ―niego, porque casi lo hace sonar como si fuera vista infame, el cual no creo que sea el caso.

―Cariño, déjame decirte que tú no necesitas elevar la voz para resultar intimidante, una mirada tuya basta para hacer que un hombre se orine en sus pantalones.

Otro asentimiento por parte de Avery, esta vez más sutil que el anterior, me hace soltar una exhalación poco femenina.

―¿Ves? Hasta ella está de acuerdo.

―No es mi culpa que no todos sepan recibir indicaciones.

―Indicaciones, órdenes, una línea muy delgada ―musita de forma intencionalmente inteligible―. Escucha, sé que estás estresada porque quieres asegurarte que todo esté perfecto, pero debes confiar en que todos se encargarán de hacer su parte. Delega.

Fuera Del PlanWhere stories live. Discover now