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-¡MINHO!- Gritaba a todo pulmón por las calles de Seúl, pero sin tener éxito en hallarlo.

Cansado de tanto andar me apoyé sobre la fachada de una tienda de conveniencia y me apoyé sobre mis rodillas intentando recuperar el aire perdido. ¿Dónde podía estar metido este niño? Nisiquiera recordaba haberlo dejado salir nunca a ningún lado, entonces no debería estar lejos. Ya había revisado todos los parques del entorno, los callejones, algunas librerías e incluso cafeterías, pero no se encontraba en ninguno de estos sitios.

Miré a mi izquierda, el edificio de mi empresa se erguía no muy lejos de allí, entonces recordé, había llevado a Minho al restaurante del señor Woo hace un tiempo atrás y en él había quedado resonando la frase del señor, "un refugio para aquellos que se encuentran algo perdidos..." de seguro estaba allí refugiándose. Con el corazón a mil y las esperanzas a flor de piel salí en dirección del restaurante.

La última cuadra la hice corriendo, deseando llegar lo más pronto posible al lugar, una vez lo hice atravesé la puerta con prisa y escudriñé el local, pero mi hijo no se encontraba allí.

-Christopher, ¿ocurre algo?- El señor Woo me sorprendió desde el otro lado del mostrador.

-Estoy buscando a mi hijo.- Me acerqué algo cabizbajo.- Salió huyendo del colegio y no se me ocurrió otro lugar donde podría estar además de aquí. Él...

-Está en la cocina.- Me susurró.- Dijo que no quería verte, se siente algo mal por lo ocurrido.

-¿Mal en que sentido?- Pregunté ahora confundido.

-No me dio mucha información, pero dice estar cargando con mucha culpa por varias cosas.- Puso sobre el mostrador un plato con pudín.- Ve y llévale esto, será la mejor manera de acercarte a él y que coma algo, ya que se ha negado a todo en las horas que lleva aquí.

-Muchas gracias señor Woo.- Hice una reverencia y tomé el plato que me ofrecía antes de encaminarme a la cocina.

Realmente el señor Woo era un hombre admirable, solía estar allí en el momento justo y para ayudar a quien realmente lo necesitase. El mundo necesitaba más personas como él.

Con suavidad abrí la puerta que conectaba el restaurante con la cocina y visualicé a mi niño sentado en una banqueta alta golpeando una de las tiras de su mochila en la mesa de metal. Me acerqué a una distancia prudente, sostuve un poco mas arriba el plato con pudin para que asi pudiese verlo y aclaré mi garganta. El pelicastaño se dio vuelta y me miró, rápidamente bajó la mirada al suelo.

-Yo...- Comenzó pero lo Interrumpí.

-Come, se que es tu favorito.- Le extendí el plato con pudín y me senté a su lado.

Su reacción me dejó sorprendido, miró el plato, luego a mi y nuevamente al suelo, para posteriormente ponerse a llorar fuertemente.

-Hey... Min, ¿qué ocurre?- Le pregunté ahora si acercándome y abrazándolo por los hombros.

-Lo siento...- Se disculpó sorbiendo su nariz.

-Hijo, no tienes por qué disculparte, no haz hecho nada malo.

-Si, si lo he hecho, te he decepcionado, decepcioné a mamá.- Dijo entre hipidos.

-Oye.- Me puse a la altura de su rostro y lo obligué a mirarme.- No nos haz decepcionado. No haz hecho nada malo.

-Claro que lo hice, no pude evitar cargarlos con mis problemas, esto va a repercutir en todo el estado de mamá, no es bueno ni para ella ni para el...- Se paró en seco y me miró asustado, apartándose un poco para mirar nuevamente el plato.

BabiesWhere stories live. Discover now