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Caminamos unas cuadras antes de llegar a un pequeño restaurante, amaba ese lugar, era el primero al que había ido cuando comencé a estudiar aquí y donde no dejaba de venir al empezar la empresa. No tenía muchos lujos, pero si era lo suficientemente cómodo para compartir un almuerzo cálido con mi hijo, con comida casera.

Nos sentamos en una mesa algo apartada de las demás, pero contra la ventana. Minho enseguida se puso a ver el menú para elegir lo que iba a pedir, sabía bien los gustos de mi hijo, podría decir que en este tiempo había descubierto que eran iguales a los míos, entonces no me preocupé nisiquiera por abrir el mio, simplemente le dejé elegir a él.

-¿Christopher?- La voz s mis espaldas me hizo girar.

De pie frente a nuestra mesa se encontraba un señor algo mayor, de cabellos plateados y ojos grisáceos, vestía con un delantal de color verde y llevaba en sus manos unos platos sucios.

-Señor Woo.- Le saludé poniéndome de pie. Al hacerlo el dueño del lugar dejó los platos en la mesa vacía que estaba cerca y me abrazó de forma cálida.

-Cuánto has crecido, hijo.- Me estrechó entre sus brazos y yo se lo devolví.

-Y usted no ha cambiado, sigue igual de joven.- Bromeé y él rió.

-Pero que dices, ya estoy más anciano.- Miró por sobre mi hombro a Minho en cuanto nos separamos.- ¿Es algún futuro idol que estas entrenando?

-Es mi hijo.- Le sonreí a ambos.

-No me digas que encontraste a la chica y lograste formar tu familia.- La felicidad del señor Woo era enorme.

Al venirme a Seúl a vivir con mis tíos apenas tenía un año más que Minho, lo de Nari había sido muy reciente y yo no conseguía salir de esa angustia, cada lugar por el que pasara me recordaba a la chica de ojos café que se había robado mi corazón. Fue por eso que mis padres decidieron cambiarme de instituto, pero como siempre quisieron darme la mejor educación, este quedaba en Seúl, ellos no podían dejar sus trabajos y es por eso que terminé viniendo solo.

Flash back

Las calles de Seúl me agobiaban, no conseguía acostumbrarme a ellas a pesar de ya llevar unos meses viviendo aquí, era muy diferente a Busan, la vida era algo más tranquila a pesar de ser una ciudad con bastante movimiento. Pero esto ya era vertiginoso, en estos momentos me encontraba rodeado de gente que iba y venía, mi mente no descansaba y los pensamientos comenzaron a agobiarme, estaba teniendo un ataque de pánico. Los recuerdos de Nari intentando enseñarme las técnicas para superarlo no me estaban funcionando, como pude caminé en alguna dirección son saber bien hacia donde me dirigía.

-Muchacho, ¿estás bien?- La voz de un hombre llamó mi atención.

Yo me encontraba apoyado en la fachada de algún comercio intentando respirar por la boca y sobandome el pecho, ya que no había forma de que el aire ingresara a mi organismo. Rápidamente negué con la cabeza, quizás este hombre me haría algo malo, pero no parecía por su rostro amable, a pesar de tener una mirada sorprendentemente fría por el color grisáceo de sus ojos.

-Ven, vayamos dentro que te ayudaré.- Me tomó con delicadeza por los hombros y me ayudó a ingresar en el local.

Era un pequeño restaurante, sumamente parecido a los que solía visitar con mis padres y a los que había planeado llevar en citas a Nari en Busan. El ambiente cálido y hogareño ya me ayudó a respirar mejor.

-Siéntate aquí que te traeré agua.- Me indicó una mesa algo alejada de las demás del lugar, antes de desaparecer por una pequeña puerta que suponía llevaba a la cocina.

Observando los colores beige y blanco del lugar, junto con las pequeñas pinturas de paisajes que adornaban el lugar pude comenzar a regular la respiración y disminuir el ataque de pánico. Un vaso con agua y un plato con Dwaeji gukbap fueron puestos frente a mi por el señor.

BabiesWhere stories live. Discover now