Capítulo 40

18.3K 936 85
                                    

Rafaella.

Estos días han sido de mucha diversión para mí, para mis hijos y para mi esposo, los hemos disfrutado por completo. Ni siquiera me he permitido pensar en el trabajo. Lo he dejado todo de lado, solo me he enfocado en ellos.

Ya le explique a mis mellizos que tengo un viaje que hacer, pero que volveré pronto, ese "pronto" para Máximo es como mínimo una semana, no me dejara más tiempo lejos de él. Así que tengo que cumplir porque si no ira a buscarme y eso es algo que quiero evitar a como dé lugar.

Máximo y mis hijos se marcharon hoy por la mañana, porque según lo que me han informado los hackers de mi organización, para hoy se tiene programada mi captura. El pelinegro no se ha cansado de pedirme besos de la suerte para que pueda sobrevivir sin mí. A mí me encanta darle "El de la suerte", como lo llama él.

Justo hace dos noches expuse el video donde se ve a mi Bugatti dando vueltas por las calles de Washington D. C y caminando fuera del edificio donde vivía la General.

La vigilancia de mi casa ya fue destituida y solo queda un hombre en el portón. Los periodistas llegaran dentro de una hora.

Me encierro en el baño para darme una ducha como es debida, lavo mi cabello masajeando mi cuero cabelludo y enjabono mi piel con delicadeza. Cuando termino, me coloco mi albornoz atándolo en mi cintura y con otra toalla seco mi cabello.

Me siento en la banca que está al frente del lavado para colocarme crema hidratante con olor a vainilla por todo mi cuerpo.

Salgo e ingreso a mi boquín closet para elegir mi outfit de detenida. Opto por una blusa de seda blanca que va hasta el cuello y que tiene manga cero dejando a la vista mis brazos, un pantalón de vestir negro y unos stilettos Jimmy choo.

Me hago un maquillaje natural y dejo mi melena suelta y completamente lacia porque me gusta como se ve cuando cae sobre mi espalda y mis hombros.

Bajo las escaleras y voy al bar para servirme una copa de vino blanco. Tomo asiento en el sillón de la sala, mientras bebo de mi copa con paciencia.

Mi móvil empieza a sonar iluminando la pantalla con el nombre de mi hermano.

-Hola, estrellado.-bromeo.

-¿Crees que es momento para bromear, mia stella?-inquiere.

-Sigo siendo una niña, hermano.

-Eso lo noto, hermana.-me rio y él también lo hace.-En fin...Están a unas cuantas avenidas de tu casa. Prepárate.

-Ya estoy más que lista.-hablo con seguridad.-¿Ya está resuelto el punto final del plan?

-Más que resuelto, hermanita. Nos vemos en una semana.

-Franco.-digo antes de que corte la llamada.

-Dime...

-Te quiero hermano. Te quiero como no tienes idea.

-No te me pongas sentimental, Riccardi.-se burla.

-Estoy ensayando para mi actuación de víctima, estrellado. Bueno, cuídate y cuida a mis padres.

-Te amo, estrellada, como no tienes una maldita idea. No sabes cómo me llena de orgullo que seas una reverenda hija de puta. Siempre has sido la mejor.

-Le teníamos que heredar algo más que el físico a mi padre.

Todo el mundo sabe lo muy hijo de puta que es mi padre.

Termino con la llamada y ya escucho un helicóptero sobrevolando mi propiedad.

-¡Elena! ¡Prepárate!-sale de la cocina más que pálida.

DINASTÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora