Capítulo 39

17.4K 1K 111
                                    

Rafaella.

Abro los ojos tratando de levantarme para ir a ver a mis hijos y enviarlos a la escuela, pero no puedo, un cuerpo pesado sobre el mío me lo impide.

Máximo está profundamente dormido aferrado con ambas manos a mi torso y con la cabeza recostada en el centro de mi pecho.

-Amor.-acaricio su cabello oscuro que esta despeinado.

-¿Mmm?.-ronronea acomodándose mejor.

Cada vez que hace eso es porque intenta no levantarse por completo para continuar con su sueño, si hablara eso se rompería y ya no estaría en ese estado que va entre el sueño y la conciencia.

-Tengo que ir a levantar a nuestros hijos.

Recorro sus brazos marcados y delineo sus tatuajes.

-¿Regresaras pronto?-ya se despertó.

-Sí, cariño. Hoy no iré a trabajar me quedare todo el día en la cama, contigo.

-Dame un beso.-ordena alineando su rostro con el mío.

Lo beso con delicadeza, él lo hace con más braveza, solo cuando está contento se aparta dándome el espacio necesario para escapar de su lado.

Entierra el rostro sobre su almohada y extiende los brazos a los lados ocupando casi toda la cama.

Chillo cuando una punzada de dolor me atraviesa la espalda y la vagina, apenas hago el intento de moverme.

Máximo se alarma levantando el rostro para echarme una mirada.

-¿Qué te pasa, preciosa?-pregunta frunciendo el ceño.

-Me duele.-hago un puchero.-Ayúdame a pararme.

El dolor es intenso, joder, casi me destroza ayer por la noche.

Se pone en pie con su desnudes a máximo esplendor y camina removiendo su cabello, hasta alcanzarme, pero en el recorrido recoge la camiseta que ayer me quite.

Se agacha para mirarme al rostro, su mano se aferra a mi nuca y me lleva hasta su boca. Gimo cuando la acción me mueve de mi lugar.

Termina de comerme la boca y pasa un brazo por mi espalda baja para levantarme. Logro ponerme en pie con un poco de dificultad, mientras él me abraza, manteniéndome parada.

-¿Mucho mejor?

-Algo, pero aun duele. ¿A ti no te duele?

-Creo que me has fracturado la polla de tantos saltitos, preciosa.-me rio.

Extiende el brazo alcanzando la prenda que me pasa por la cabeza y baja hasta mis muslos.

-Puedo ser tu lazarillo si así lo deseas.

-¿Para guiar mis pasos por el camino del mal?

-El camino del pecado.-precisa.-Sé que te gusta quemarte conmigo.

-Obvio, es mutuo.

Sonríe echando la cabeza para atrás.

-Claro que me encanta quemarme contigo, preciosa. Eres mi puta perdición.

-Me tengo que ir. Se harán tarde.

Lentamente me va soltando y se para a un lado cuidando de que mis pasos no fallen y no termine desplomada.

Avanzo con un poco de dificultad y lo escucho reír.

-Parece que te han dado como loco.

-¡Cierra la boca, Kuznetsov!

DINASTÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora