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Diana:

Golpean mi puerta y abro los ojos recordando que estoy en la bañera, le doy permiso a las doncellas de que ingresen y me levanto cuando me acercan la bata de salida.

Escurro mi cabello y lo pongo hacia atrás.

—Espero disfrutara su baño medicinal, reina Diana. —Me dice una de ellas.

—Lo hice. —Observo las plantas medicinales que flotan sobre la superficie de la tina. —A su majestad Charity no se le escapa nada, me pregunto qué nueva idea lanzara después.

La doncella sonríe. —La reina de Alejandría es hábil en lo que hace, el último mes ha exportado nuevas medicinas y medicinas que ya habían sido fabricadas en Althea mejoraron bastante y hemos oído que está trabajando en algo novedoso.

Y todo eso lo hace durante su maternidad. —Suspiro, aunque no sé cómo se siente eso realmente.

—¿Algo que desee más, mi reina?

—No, es todo.

—Que descanse. —Baja la cabeza y antes que todas se retiren, la detengo.

—Si, en realidad si hay algo. —Respondo y la doncella me observa esperando mi respuesta. —Quiero que mi lacayo venga a verme.





Chuck:

Empujo la puerta de la habitación donde descansa su majestad una vez que ella me autoriza ingresar.

—Deseaba verme.

La encuentro en medio de la habitación con el cabello rojo suelto y cayéndole como cascada, las puntas están mojadas y han humedecido el vestido de dormir que lleva debajo, justo en el área de los senos, mostrándome los pezones erectos.

Trago saliva, mi boca se hace agua de solo imaginar chupando de ellas.

—Mi reina. —Pronuncio sintiendo como la erección se me levanta en el pantalón.

—Chuck. —Responde ella y decir mi nombre es suficiente para perder la cordura.

Lo he necesitado tanto como ella y lo descubro cuando nuestros cuerpos vuelven a tocarse con la misma lujuria que se tocaban en tierras de Obsidiana.

Me abalanzo sobre la reina y sobre sus labios, mi beso violento lo corresponde y mis manos le acarician la figura partiendo en dos la prenda, la levanto de las caderas y ella me ayuda con la ropa mientras la llevo a la cama.

El colchón se hunde con nuestro peso, la ropa termina en el suelo y mi verga erecta se hunde entre sus piernas en un movimiento brusco.

La calidez de sus paredes me consume, me aplasta la verga y la unta de su calor, bañándome con sus jugos.

De verdad lo necesitaba.

—Este calor lo he extrañado, reina mía. —Empujo y se sujeta de mis músculos. —Su coño recibiendo mi verga.

—Chuck...—Recibe mis estocadas retorciéndose y cada empuje es más violento que el anterior.

Sus caderas resuenan contra las mías, mis bolas se estrujan en su piel con cada choque y siento como la verga se me engorda dentro.

—No estamos en mi reino. —Soy consciente de eso. —Pero no dejo de pensar —Su voz se pierde. —Oh dios...

Reclamo su boca mientras la penetro.

En los zapatos de la Reina (#4 Amores en la realeza)Where stories live. Discover now