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Diana:

Lo primero que mis ojos notan después de recuperar la conciencia es la estructura del techo tan diferente al mi reino, luego siento una cálida mano sujetando mi muñeca y cuando alzo la vista hacia el dueño o dueña de esa mano, veo a alguien desconocido.

—Majestad. —Los ojos oscuros del hombre se posan sobre mí, distingo su ropa desgastada y luego desvió la mirada hacia el bolso con la marca de una cruz.

Un médico...

Intento levantarme.

—No, no lo recomendaría, reina. —Me detiene. —Ha tenido un largo sueño, debería esperar y reposar un poco más ahora que esta despierta.

—Ya descansé demasiado ¿No cree? —Me duele la cabeza. —¿Qué es lo que ha pasado?

Todo regresa como un golpe.

—Mi pueblo...—Me sujeto la cabeza. —¿Cómo esta Obsidiana?



(***)



—Qué alegría que despertara, Reina Diana. —Pronuncia la reina de Arcaría y mi atención está en el hombre junto a la puerta.

En Chuck.

Arrugo las sabanas enfocándome en lo que más debe importarme ahora.

—Gracias por su ayuda, reina. —Pronuncio. —Ha salvado a Obsidiana, sin su ayuda jamás... tal vez ni yo misma estaría aquí.

—Es una mujer fuerte, reina Diana. —Me responde ella. —Si no lo fuera no estaría aquí, resistió muy bien a pesar del camino. —Voltea a ver a Chuck y nuevamente me mira a mí. —Me alegro que ambos estén bien ahora y... solo le devolvía el favor a una amiga.

—Entiendo.

—Mi hogar es el suyo, por el tiempo que deseen quedarse. Siéntense a gusto de creerlo.

—Comprendo y nuevamente gracias.

Suspira y se vuelve hacia el medico que me atendía hace unos minutos.

—Emmet...

—Si. —Se levanta de la silla y toma su bolso médico. —Reina mía.

—Lo mejor es que los deje a solas ahora, le hice la promesa a alguien.

No comprendo lo que quiere decir y luego ambos se retiran de la habitación, junto a las doncellas.

El lugar que nos rodea se vuelve silencioso y levanto la mirada hacia Chuck, quien se acerca a la cama.

—¿Cómo se encuentra ahora, mi reina?

—Estoy bien. —Le aseguro y el recuerdo vuelve a aparecer ocasionando que me duela la garganta. —Chuck, gracias por salvarme de nuevo.

—No es mérito mío, como dijo la reina. Fue un trabajo en conjunto con su reino, Obsidiana y usted, mi reina. De haberse rendido...

—Lo recuerdo.

Él se tensa.

Trago saliva. —Igual debo agradecer, sino hubieras estado a mi lado mi terquedad me hubiera echo quedarme en el reino.

Lucian, ese hijo de ...

—La reina no me lo ha dicho, pero tú no podrás mentirme... ¿Cómo está el reino, Chuck?

—No ha habido vidas perdidas a causa de la erupción...

—¿Y mis guardias?

El calla.

Ese es otro tema.

—Ya veo. —Respiro profundo. —Lucian sigue en Obsdiana, en mi palacio y mi reino. Mi pueblo...

—Mi reina, lo mejor es que...

—No. —Lo interrumpo. —No me pidas descansar más, no tú.

Lo observo tragar duro.

—No cuando me conoces y ahora mismo Lucian se ha adueñado de la corona de Obsidiana.

—Para el reino es un usurpador, al no estar a su lado...

—Soy una fugitiva, una traidora.

—Mi reina...

—Antes los ojos de quienes se resguardan en mi palacio eso es lo que soy gracias a que Lucian seguro ya contamino sus mentes.

No lo pongo en duda.

Chuck baja la mirada.

No puedo estar aquí perdiendo el tiempo. Quito las sabanas y pongo los pies fuera.

—Mi reina. —Chuck va en mi alcance y apenas pongo los pies sobre el suelo levantando, me desvanezco.

Chuck me logra sujetar y vuelve a ponerme sobre la cama.

—Acaba de volver, mi reina, por favor...

La impotencia y rabia se apoderan de mi cuerpo, me siento tan frustrada que termino arrugando la ropa que lleva Chuck.

—Diana...

Me atrae hacia él y recuesto la cabeza sobre su torso, sé que desahogándome no solucionare nada, pero mi cabeza recopila todo desde la muerte de mi esposo, lo miserable que se volvió mi vida cuando el consejo tomo poder, el acoso del barón, la erupción que devasto mi pueblo, los rebeldes y luego esta Lucian, Lucian y su golpe de estado contra mi gobierno.

He soportado tragedia tras tragedia y no he tenido ni un descanso para llorar.

No le pude llorar a mi esposo porque tuve que ocuparme de las consecuencias que traerían su muerte al reino y siento que mi encierro tras lo ocurrido con el barón no fue suficiente, y ahora... no puedo detenerme a llorar tras lo ocurrido porque debo pensar en como voy a arreglar esto.

Como sacar a Lucian de mi reino.

Yo... desde que me volví la consorte de mi rey no he tenido un tiempo de descanso.

—Llore. —Escucho que me dice Chuck y sus palabras se me quedan grabadas. —No es una estatua, joder. No es una cosa que pueden poner en un trono solo porque este no pueda estar vacío, es un ser humano, con emociones y sentimientos, Diana, así que llore.

—Chuck...—Mi voz es débil.

—Por primera vez en su vida, deje de pensar en los demás y llore, reina mía.

Soy la reina...

Pero también tengo sentimientos, tengo emociones y no soy una estatua como tanto proclama Lucian que debo ser.

No soy un ser sin vida.

No soy quien debe estar sobre un trono porque este no puede estar vacío.

Soy más que eso.

Chuck tiene razón y yo....

Rompo a llorar.

Lo hago mientras los brazos de mi lacayo me rodean, mancho su camisa y me aferro a su cuerpo, como el a mí.

Está bien, amor mío, llora.

Las palabras quedan grabadas y más que alejarme, me acercan más a él porque en toda mi vida, solo Chuck ha sido capaz de entender mis sentimientos.

En los zapatos de la Reina (#4 Amores en la realeza)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora