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Diana:

Consorte.

Reina a su lado.

Debe ser una maldita broma...

Lucian espera atento mi respuesta, alza las cejas esperanzado.

Escojo con cuidado mi pregunta.—¿Qué hay del consejo?

—Me desharé de ellos. —Asegura encogiendo los hombros. —No los necesito a ellos si ya tengo la corona, además... ¿Piensas que si soy rey aceptare que exista un poder más que el mío?

—Bastante hipócrita viniendo de ti después de reclamarme durante años que el consejo existe por una razón. —Le hago recordar.

—Sí, pero ya que no estaré en el que sentido tiene.

Sonrio.

—Tu respuesta, reina Diana o solo Diana. —Prosigue. —Todo depende de lo que tu elijas.

—Debes sentirte muy confiado de tenerme en tus manos, cuidado Lucian. —Advierto. —Esa misma confianza podría acabar contigo.

—No estás en posición de usar palabrería y hacerme creer que tienes esto controlado, yo gane, Diana. Ya acepta tu destino. —Se para en frente, su nariz rozando la mía. —Acepta ser mi consorte porque es la única opción que tienes.

El niega sonriendo.

—Tranquila, no es lo que estás pensando, aunque sea tentativo tenerte en mi cama...

La repulsión me provoca nauseas.

Lucian suspira. —Sigo siéndole fiel a que un monarca es más respetado por su reino al tener un consorte al lado, ya te lo había dicho y aunque confundiste todo, no aplica solo para las reinas.

Me quiere porque le doy seguridad.

Porque sigo teniendo el corazón del pueblo, aunque haya convencido a una parte de seguirlo, sabe que habrán dudas de muchos, dudas que se apagaran si yo lo acepto y gobierno a su lado.

Obsidiana no tendrá más que aceptarlo ya que su reina lo decreto.

—Se la imagen, la estatua, fue lo que dije y eso quiero que seas frente al reino. No exigiré más, lo prometo.

—¿Dices que no me obligar a dormir en tu cama? ¿Esperas que crea eso después de todo esto? —Suelto.

—No es como si tuvieras opción, Diana. —Se enorgullece él. —¿Y no te parece curioso que solo un camino sea el despejado y es el mismo que protege a su reina?

Todo mi cuerpo se tensa, mis manos se cierran.

—Te echaran la culpa. —Y ahí está la realidad. —De no aceptar, yo te hundiré.

Hijo de puta.

—Es normal que yo esté aquí, pero fuiste tú quien dio la orden, mi reina.

—Cometes el error de tomar al pueblo como idiota. —Pronuncio. —Y cometes el error de subestimarme, tanto admiras a la reina de Solaría, pero olvidas que si yo lo deseo puedo ser incluso peor que ella.

—¿Otra vez regresa la palabrería? —Escucho los pasos detrás de la puerta, los rebeldes ya se dieron cuenta, pero Lucian ignora todo gracias a su vasto discurso de victoria. —No eres más que palabras, Diana.

—Y también cometes otro error.

Lucian sonríe de esquina a esquina. —¿Otro?

—Sigo siendo la reina ante los ojos de mi pueblo y mi guardia.

En los zapatos de la Reina (#4 Amores en la realeza)Where stories live. Discover now