Bajo las escaleras con un poco de lentitud que a la larga me termina frustrando.

-Estoy segura que solo es un problema de señal. Máximo está bien, además está con Rafaella. A ellos no les pasará nada.

-¡Es mi responsabilidad cuidarlo! ¡Para eso tengo un cargo en la mafia, no es de adorno!

El dolor en el torso me atraviesa.

-¡Mírate un poco! ¡Están enfermo!-regreso de improviso y la tomo por el rostro.

Mi castaña es hermosa, su bonito rostro y ojos me hacen perder un poco la cabeza.

-Quédate en casa, Rose. Estamos bajo ataque y necesito irme con la tranquilidad de que estarás segura.-la beso.-Y que nuestra hija estará bien cuidada.

-No te vayas, mi amor...-suplica.

-Tengo que irme. Has lo que te digo por primera vez en la vida y no me lleves la contraria.

Con desesperación mis dedos se hunden en su cabello y beso sus labios como si mi vida dependiera de ello, me separaron y vuelvo a andar por los pasillos de mi casa hasta que llegó a mi habitación.

Mi mujer me sigue detrás.

Entro en el vestidor que a duras penas tiene unas cuantas prendas mías, porque todas son de Rose. Me coloco un camuflado y botas militares como puedo. Con un brazo lesionado no puedo hacer mucho y menos hacerlo rápido. Cargo mi pecho de armas y me despido de mi mujer dejándola un poco apenada.

Le dedico una mirada por última vez y luego abro la puerta de la habitación del lado para despedirme de mi pequeña hija que yace dormida sobre su cama de Tinker Bell, esa hada le gusta mucho, pone suma concentración al momento de verla en el televisor y llora cada vez que su madre le dice que ya ha sido suficiente. Le doy un beso en la frente y bajo las escalera.

En el transcurso del camino al jardín de mi casa llamo a Franco Riccardi para informarle lo que sucede, me comunican que la mafia y el gobierno Italiano disponen la búsqueda inmediata de la familia Kuznetsov Riccardi. El punto de encuentro es la Bora Bora.

No le comunico nada a los Kuznetsov, mucho menos a Adriano porque no quiero alterar su paz, mucho menos la de Dafne. Máximo tiene el respeto de Rusia pero no de los deplorables familiares que tiene, de esos aún tiene que cuidarse.

A la distancia veo a Gregori bajarse de una camioneta.

-¡Le dije que debía llevar seguridad!-reprocha a primeras.

-¡Va de vacaciones con su familia! ¡No necesita seguridad!-increpo.-¡Todo es por esa maldita gente de mierda que quiere jodernos!

Entro al búnker que tengo a un lado de la casa y saco las cajas gubernamentales de Rusia que tienen estampada una corona tallada en oro, rindiéndole honor a su rey.

Empiezo a dar órdenes para que desplacen el cargamento a las camionetas, porque es el que trasladaremos en las avionetas.

Gavrel, mi mano derecha me entrega un chaleco antibalas.

-¿Cómo crees que me lo pondré?-enarco una ceja esperando una respuesta.

-No soy tu padre, Novikov.

-Nadie es como mi padre, solo eres mi peón.

Aunque es un poco imbécil le tengo cariño, es parecido a Gregori, tienen la misma edad, yo los llamo "Viejos sabios", es que lo son, Máximo toda la vida ha tenido a Gregori para encaminarlo y taparle las cagadas, yo siempre he tenido a Gavrel, papá lo puso a mi cuidado desde que soy un niño. Lo aprecio por no abandonarme. Soy algo difícil de manejar.

DINASTÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora