XLVII: Winter

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No tenían tiempo que perder, y los tres lo sabían.

Priscilla no hizo ningún comentario cuando les encontró durmiendo así... Al menos no al respecto. Solo les sacudió con suavidad mientras les ordenaba que se preparasen para ponerse en marcha lo antes posible. 

—Debemos estar cerca ya de la bruja —informó, terminando de recoger todo lo que habían sacado la noche anterior. Le lanzó un trozo de pan a Damien, que todavía no se había despertado del todo, y a continuación se dispuso a reanudar la marcha.

Por otra parte, Carwyn no las tenía todas consigo respecto a ese tema de la bruja. Sabía que existían como tal, pero... ¿Una situada en el bosque cercano a Steelhills? Resultaba un poco extraño.

De todos modos, sabía que ya no podían retroceder. 

El príncipe descubrió a Damien mirándole varias veces durante el trayecto, como si quisiera hacer o decir algo pero no se atreviera.  Por suerte para ellos, Priscilla andaba unos metros más adelante, probablemente para dejarles privacidad después de que el heredero le contase el primer beso que había tenido lugar hacía dos noches. Por fortuna, la joven había asumido ella sola lo sucedido entre ellos dos al verles durmiendo en esa posición, tan cerca el uno del otro, de manera que no se había molestado en acercarse a Carwyn para preguntarle si había alguna novedad.

El chico le sonrió a Damien cuando este se aproximó a él, pero el asesino no le devolvió el gesto. Al contrario no le sentó mal: al fin y al cabo, por encima de enamorado era un asesino al que le habían enseñado a huir del amor.

Lo que sí hizo ese asesino que supuestamente debía no tener sentimientos fue tomarle de la mano con un leve tono rojo en las mejillas. Carwyn le observó de reojo y recordó entonces esa vez, de camino al baile de máscaras, cuando también le había agarrado de la mano. El heredero solo la apretó, con gesto receptivo.

Suspiró mientras esquivaba su mirada.

—Damien —le llamó, con voz algo dudosa. Este giró la cabeza hacia él para mirarle, pero Carwyn se negó a hacer lo mismo—. Va... Va a sonar un poco estúpido, pero... ¿Tú me quieres de verdad?

El asesino no respondió al instante, sino que se le quedó mirando mientras caminaban, como si le estuviera preguntando con los ojos si era una broma, como si esperara que en cualquier momento revelase que solo le estaba tomando el pelo.

—¿Si te doy un beso te quedará claro? 

Carwyn sintió sus mejillas arder mientras ladeaba un poco la cabeza, encogiéndose de hombros. A decir verdad, se moría de ganas de volver a besarle, pero le daba demasiada vergüenza admitirlo. Se quedó callado unos segundos, dejando que Damien lo interpretara como quisiera. Pasaron algunos segundos de silencio incómodo.

—Vale —sonó la voz del moreno.

A continuación, el asesino se volteó para mirarle y tiró de la mano de Carwyn para que este hiciera lo mismo. Después, dio otro tirón brusco para acercarle a él y besarle con fuerza. 

El chico abrió mucho los ojos, sin esperarse eso a pesar del comentario que había hecho Damien. El contrario llevó sus manos a su mandíbula para asegurarse de que no escapaba. Carwyn, por supuesto, no pensaba hacerlo. Se dio cuenta de que sus labios conservaban el mismo calor que había sentido en ellos las otras dos veces, como si fuesen una propiedad más del cuerpo de Damien. 

Se preguntó si alguna vez dejaría de ser tan extraño todo aquello, si en algún momento de su vida pasaría el tiempo suficiente como para que dejara de resultarle extraño y novedoso besar al asesino. De todos modos, era mejor así. Había pasado tanto deseando besarle, ahora no quería acostumbrarse tan pronto a su calidez, a su suavidad y a su olor a vainilla.

Rogando a la LunaWhere stories live. Discover now