XVIII: Sacando libros de la biblioteca

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Las pisadas del príncipe heredero del Reino de la Luz era una de las únicas cosas que se escuchaban en medio del silencio y la oscuridad que envolvían la noche. Y mientras tanto, el joven Carwyn caminaba por los intrincados pasillos del primer piso del palacio real en busca de la majestuosa entrada a la biblioteca.

Durante todo el trayecto, había estado intentando convencerse a sí mismo de que encontrarían información sobre lo que necesitaban allí, pues la biblioteca del castillo era la más completa de todo el mismísimo Reino de la Luz; sin embargo, lo que él y Damien buscaban no eran simples investigaciones sobre historia del reino o sobre la demografía.

Eran cosas mucho más profundas y complicadas de hallar. Al fin y al cabo, ¿quién iba a tener un libro que hablase de cómo acceder al Reino de la Oscuridad? A los Hijos de la Luz en general no les gustaba tener que ver con esos asuntos, ya que los solían considerar siniestros. Además, se suponía que era imposible poner un solo pie en el otro mundo. 

Bueno, pero si Damien estaba allí, con él (en alguna parte del exterior del castillo), era porque tan inalcanzable no era. Tenía que haber alguna forma de averiguar el método que se había aplicado en el Reino de la Oscuridad para echar al asesino. 

Conforme fue avanzando por el pasillo, la puerta abierta de par en par de la biblioteca se fue haciendo más visible. Desde pequeño,  a Carwyn siempre le había fascinado en cierto modo la decoración elaborada que adornaba el marco de las enormes puertas, sobre el cual se encontraba una placa de metal con la palabra «Biblioteca» grabada en ella. 

A lo lejos, la luz de la vela del bibliotecario nocturno era lo único que alumbraba la estancia, más allá de algunas velas desperdigadas por las amplias y largas mesas de la biblioteca.

El hombre que se encontraba sentado sobre el escritorio frente a la puerta alzó la cabeza al escucharle llegar. Abrió mucho los ojos, sorprendido de verle allí. Carwyn no fue capaz de evitar ponerse algo nervioso una vez cruzó el umbral de la puerta, asustado por si el encargado de la biblioteca de noche le hacía preguntas para las que no tenía respuesta.

Afortunadamente, cuando pasó por su lado solo hizo una leve inclinación de cabeza y saludó con un «buenas noches, Alteza», para a continuación dejarle continuar hacia el interior de la biblioteca y los pasillos de estanterías sin rechistar. 

Carwyn suspiró profundamente mientras recorría la biblioteca a pasos lentos, fingiendo que se interesaba por los libros pero realmente aguzando el oído todo el tiempo y casi sin atreverse a respirar, todo para lograr escuchar si Damien llegaba o no.

Y casi como si el mundo le hubiera escuchado, el viento sopló en el exterior y una de las ventanas entornadas se vio abierta por completo, revelando una silueta oscura encaramada sobre el marco.

Carwyn soltó todo el aire que había estado reteniendo y caminó rápidamente hacia Damien, que dio un elegante salto y aterrizó en el suelo sin un solo ruido.

—Menos mal que has llegado. —Carwyn cerró la ventana con cuidado, mientras Damien le observaba y se colocaba bien el mechón verde—. Escucha, no podemos ni hacer mucho ruido ni estar mucho tiempo, así que tenemos que buscar rápido pero bien. 

—¿Dónde lo hacemos? —quiso saber el contrario, con un susurro—. ¿Dónde demonios se encuentran libros que hablen de esto?

Carwyn se quedó callado unos segundos,  pensando. Conocía la biblioteca de memoria, pues durante mucho tiempo había estado acudiendo para estudiar (cuando estudiaba); sin embargo, ahora no estaba seguro de cómo responder a la pregunta del chico. Finalmente, logró hacer algo de memoria y giró la cabeza hacia el fondo de la biblioteca, en una de las esquinas de la sala.

Rogando a la LunaWhere stories live. Discover now