El vendedor de máscaras felices

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—¿Está segura que debimos dejar a Link solo?, princesa—, dijo un guerrero Sheikah.

—Iremos a verlo mañana. Solo quería que asimilara que la misión se terminó.

Los guerreros Sheikah se miraban unos a otros completamente confundidos y sin rumbo, al parecer todo por lo que habían luchado se había terminado.

—¿Qué será de nosotros princesa?

Justo antes de que la princesa Zelda pudiera emitir su ultima orden a sus soldados, un sonido de pasos se acercaba, junto al incesante sonido de mascaras de madera golpeándose. Sin previo aviso y sin ninguna explicación estaba un hombre de cabello rojizo, ropas purpuras y brillantes como amatistas y un gran bolso lleno de máscaras de los más variopintas.

—¿Quién sois?

—Un gusto saludarla princesa—Dijo el hombre—. Soy el vendedor de mascaras felices, vine porque estuve muy preocupado por su bienestar y el del chico.

—¿Usted es el vendedor de máscaras que hablaba Majora?

—Ese soy yo princesa.

—¿Cómo nos encontrasteis?

—No es por ofender mi princesa, pero no estabais tan escondidos.

La pequeña princesa hizo un gesto de descontento.

—Hemos terminado la misión, si continuamos así solo conseguiremos que nos maten. Así que le pido amablemente que, si su intención es convencernos de continuar, le pido que se retire.

—Yo no ese tipo de hombre mi princesa.

—En ese caso le informo que Majora quería hablar con usted, esta en la prisión celestial.

Por primera vez en toda la conversación el hombre había borrado su sonrisa de su rostro. —Con gusto hablare con él princesa—. Dijo antes de retirarse.

Por alguna razón la presencia de aquel hombre había hecho que Zelda desistiera de su idea de declarar por concluido la labor de los guerreros Sheikah: quizás por miedo a aquel hombre, o quizás porque estaba por suceder y su presencia seria fundamental.

—Con respecto a su pregunta soldado, buscaremos a Link, me tiene preocupada.

Lejos, muy lejos de aquel lugar, el vendedor de máscaras felices se dirigía a las montañas, donde moraban encerrados Ganondorf y Majora. Las puertas de la prisión se abrieron de par en par iluminando aquella habitación y entrando con un paso firme el vendedor de máscaras felices.

Los oídos se Ganondorf se choquearon al oír las palabras pronunciadas por el vendedor, pero por razones que este nunca se imaginó, las palabras que este compartió con Majora eran completamente ininteligibles, un idioma que nunca había escuchado. Aunque por las expresiones de ambos parecía que el vendedor de máscaras le hacía comentarios sarcásticos para hacer enfadar al demonio. Luego de que Majora gruñera como un perro y se sentara en la cama de su celda, este se dio la media vuelta y puso toda su atención en el rey del mal.

—Un placer conocerlo señor Ganondorf soy el vendedor de máscaras de Hyrule.

—¿Qué quiere de mí?

—"Que quiere de mi", vaya que se ha automarginado señor. No quiero nada de usted, solo quiero hablar.

—No me venga con tonterías, ya no tengo lugar en este mundo, no hay nada que puede hacer para convencerme.

—Pero... ¿Podría permitirme intentarlo?

El vendedor dibujaba una sonrisa en su rostro mientras que en el rostro de Ganondorf se dibujaba un asombro sorprendente.

The legend of ZeldaThe fallen heroWhere stories live. Discover now