epilogue: maliz descubierto

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La figura de un hombre alto encapuchado caminaba lentamente a través de los escombros de la casa abandonada y destrozada, crujiendo palos y hojas caídos de los árboles bajo sus botas negras. La luz de las farolas le iluminaba el camino, el cielo oscuro estaba nublado aquella noche y amenazaba con echar a llover de nuevo. Detrás suya, le seguían otras dos figuras como esclavos saltando por encima de los escombros, siguiendo cada uno de los pasos del líder. De vez en cuando, cuando la figura que les guiaba pisaba los charcos con fuerza, los súbditos se mojaban los pies y las rodillas, pero no parecía importarles mucho. Se preguntaban a sí mismos por qué se encontraban en aquella escena, y tampoco querían preguntarle a su líder, seguramente habría una buena razón y acabarían aparentando mal. Sin embargo, la curiosidad se apoderó de uno de los súbdito de pelo rojo rizado y estatura pequeña.

—Mi señor...— se atrevió a hablar.-—¿Me permites preguntar por qué seguimos en este mundo? Nos han comunicado los demás que Fani Waster murió.—

El hombre encapuchado se dio la vuelta, su expresión pétrea como siempre. Observaba con sus ojos grises a los dos súbditos confusos, y decidió responderle. No estaba allí en busca de Fani Waster como pensaban, sino buscaba algo perdido y respuestas a sus dudas.

—Eso no me interesa, me interesa más la desaparición repentina de uno de los vuestros. Si Fani Waster murió en sus manos, ¿a dónde se fue vuestro querido hermano?—

Los dos acompañantes no respondieron porque no tenían la respuesta a las preguntas de su amo. Al ver que nadie le respondía, la figura siguió caminando entre los escombros. Durante un solo instante, el desconocido pensó en que el desaparecido pudo haber roto el trato y podría haber dejado ir a Fani con vida, pero eso era casi imposible.

—Tampoco se pudo haber revelado contra mí, ya sabéis lo que pasaría si uno de los vuestros osa desobedecerme.— prosiguió el desconocido.

Un seguidor tragó saliva al pensar en la tortura que sufriría si se atreviese a desobedecer a su amo. Se tocó el tatuaje detrás de su cuello, respirando hondo al recordar que él era fiel y honesto y que jamás traicionaría a su líder como hacían otros.

—Sí, señor... Sabemos exactamente lo que pasaría.— contestó.

La figura encapuchada tocó una de las bigas destrozadas de la casa que colgaba, pisando sin querer un libro que se encontraba justo debajo de él. Crujió ligeramente bajo sus pies, y el desconocido bajó la mirada para analizarlo con más atención, a ver si encontraba algún objeto valioso con información.

—Los humanos dicen que fue una fuga de gas.— dijo el segundo seguidor, refiriéndose a la casa destrozada.

La figura ignoró aquél comentario, no era importante para él lo que los humanos pensaban. Los humanos en el mundo humano eran unos estúpidos mortales, la mayoría de sus guerras estallaban por pro-piedades y posesiones. La figura estaba más interesado en lo que había encontrado entre los escombros. Examinaba el libro que había pisado, y se dio cuenta enseguida de que no se trataba sobre un libro, sino sobre un diario con las páginas manchadas de agua y barro. Las páginas estaban llenas de dibujos mal hechos y de letra en cursiva.

«La chica.» Pensó la figura encapuchada.

Giró la cabeza y clavó su mirada en el punto donde el cambiaformas pisó el barro creando una huella de animal sobre el suelo. El desconocido supo inmediatamente de qué se trataba y lo que habría ocurrido momentos antes con el desaparecido.

—Vaya vaya... Parece que vuestro hermano se convirtió en un ser majestuoso. Que pena que por dentro era un simple cambiaformas, no un dragón verdadero, me hubiera sido útil.— prosiguió.

Los dos seguidores se enmudecieron, mirándose entre ellos, intentando leer la mente del uno al otro. La figura se agachó, pasando los dedos ligeramente por la tierra húmeda. Sus labios formaron una pequeña sonrisa al notar algo duro bajo el suelo, había recuperado lo que llevaba diecisiete años buscando.

-—Parece que la chica se escapó.— comentó la figura. —Alguien abrió un portal, ¿pero quién pudo ser?—

—¿Los profesores? Ellos abrieron un portal hace diecisiete años para que Fani Waster escapase.— sugirió uno de las súbditos.

La figura siguió rozando el suelo con las yemas de sus dedos en busca de algo en concreto. Negaba con la cabeza al escuchar a los súb-ditos hablar sobre la posibilidad de que los profesores de La Escuela fueron los responsables. El hombre desconocido conocía a aquellos, sabía que eran unos cobardes y que no abrirían un portal a otro mundo a no ser que fuese algo realmente importante.

—No, imposible. Conozco a esos imbéciles y ellos no volverían a abrir un portal tan peligroso. Alguien ha abierto el portal, alguien se ha llevado a la hija.—

La figura recordó la historia del anillo nefalem, del ángel que abría portales a otros mundos en busca de soldados para su propia guerra. Pero, un portal no se abría tan fácilmente, y mucho menos al mundo humano. La figura sonrió de nuevo, sacudiendo la cabeza, intentan-do olvidar aquellas dudas insignificantes. Él había conseguido su objetivo, ya se ocuparía de lo demás en su hogar.

—De todas maneras, no he venido aquí solo para mirar la escena del crimen. Sé que aquí hay algo que me pertenece.—

Pasó la mano por el barro, destapando un objeto hecho de metal enterrado. Sobre la superficie se encontraba gravadas unas ruinas en un idioma desconocido, y sobre él saltaban chispas de color morado. Al ver aquella cosa, los súbditos se echaron atrás, horrorizados. Se abrazaban mutuamente debido al miedo.

—¿Eso es...?— no se atrevían ni siquiera a hablar.

Los dos seguidores temblaban de miedo al ver como el hombre levantaba una espada bien alto. Era la espada que Scarlet había dejado atrás en el mundo de los humanos, la espada que su madre había ordenado que protegiese con su vida. Se desmayó mientras lo sostenía y la joven cayó por el portal sin él. Era la espada que le pertenecía al enemigo de Fani Waster, la espada que podía matar a cualquier ser con un corte. Había rumores que, incluso el roce más leve te dejaba una marca para siempre, un simple rasguño te podía matar y destrozarte el cuerpo. La figura agarró la manga de la espada, sosteniéndolo hasta la altura de los ojos para verse reflejado en él. Una sonrisa de victoria se le formó en la cara y sus ojos brillaban de alegría.

—Perfecto. Ganaré mi guerra, tengo mi ejército y mi propia arma. Zai temblará ante mí.— dijo la figura.

La figura se destapó, revelando sus rasgos faciales. Esos ojos grises, su barba larga recogida en una trenza, su cabello negro suelto le caía hasta el trasero... No parecía tener más de treinta años, pero los demás rasgos le hacía parecer aún más mayor. El hombre se sentía victorioso tras diecisiete años huido, tenía la oportunidad de llevar a cabo su plan para detener a los magos en Zai.

—Nos alegramos de servirle, señor Maliz.— musitaron los súbditos, haciendo una reverencia.

Maliz sonrió perversamente, dejando su pelo largo fluir en la brisa de la noche lluviosa. El hombre malvado no dejaba de pensar en el futuro de Zai una vez que él tomase control. Llevaba años fantaseando con su mundo ideal, un mundo bajo su gobierno con su ideología, un mundo donde el amor de su vida se encontraba junto a él. Y, el mero hecho de que se estaba acercando a su objetivo, le aumentaba las ganas de volver a Zai a llevar acabo su plan lo antes posible.

El malvado se giró y pasó por medio de los súbditos, que se echaron atrás al ver como Maliz pasaba la espada tan peligroso por la vaina que colgaba tras él. Iba en dirección contraria, mirando hacia adelante con confianza y orgullo dibujado sobre su rostro. Llevaba años esperando que el momento llegase.

—Es hora de volver a nuestro mundo, ¿no creéis?— preguntó.

Las Crónicas Nefalem: Malicia (LIBRO #1)Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum