capítulo 20 - fantasmas

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Scarlet respiró hondo, dejando que la brisa sacudiese su cabello negro de lado a lado, escuchando atentamente los latidos de su corazón bombeando exactamente cada 3 segundos. Tras soltar aquél suspiro que guardaba dentro, le pegó un puñetazo al aire, creando lo que parecía ser un destello grisáceo. Abrió los ojos al sentir un cosquilleo en la punta de los dedos, y justo presenció como el destello desaparecía en el aire, convirtiéndose en polvo.

Arthur asintió con la cabeza ligeramente al ver como una sonrisa se le dibujaba en el rostro de su alumna. Había logrado conjurar un hechizo global, un hechizo que cualquier mago, independientemente de su escuela, podía realizar.

La joven aprendiz comenzó a lanzar destellos al aire utilizando sus extremidades. Cada vez que movía los brazos y pegaba patadas con las piernas, un destello salía disparado, al apretar los puños crecían de tamaño. Scarlet se divertía bastante.

—No me sorprende que hayas aprendido tan rápido a dominar la magia básica. A los nefalems, la magia les surgía de forma natural, y tú eres medio nefalem.— explicó Arthur.

La chica se detuvo, resoplando, pero la sonrisa seguía intacta. Arthur no solía agasajarle, eso significaba que lo estaba haciendo realmente bien. Ya tenía otro hechizo más conjurado.

—La magia oscura tiene una debilidad muy grande.— comentó Arthur súbitamente.

Scarlet alzó la vista, con curiosidad.

—¿Sí? ¿Y cuál es?— preguntó la joven.

—La diferencia entre los demás elementos es que tienen ataques ofensivos, el fuego quema, el agua te ahoga, la naturaleza te entierra y el aire te hace salir volando. Pero... ¿La magia oscura? Los magos de la magia oscura no tienen ataques ofensivos aparte de los destellos, su poder viene de la espiritualidad.— explicó Arthur.

Scarlet presionó sus labios juntos, formando una extraña mueca en la cara. Ella ya sabía aquello, y no veía por qué era algo tan importante. Nunca fue luchadora, no le gustaba las peleas y las discusiones, no veía por qué era algo tan importante.

—Yo no lucharé contra nadie, ¿cierto?— preguntó Scarlet.

Arthur negó con la cabeza, juntando sus manos.

—No te tomes esto a mal, pero eres una cría comparada con las demás personas aquí en Zai. La edad mínima para entrar en La Orden es de cien años. Tú tienes diecisiete, jamás te haremos luchar contra un mago tan poderoso.— le aseguró Arthur.

Maliz... Aunque su profesor no hubiera mencionado aquél nombre, él lo insinuaba. Ese nombre le daba escalofríos y le provocaba una rabia en su interior. Aún podía ver perfectamente lo que ocurrió con su madre, su asesinato fue ordenado por él. Un desconocido la quería muerta simplemente porque es la hija de su antiguo amor. Era un hombre malvado, un cobarde, debía caer. La voz del cambiaformas le sonaba en su mente.

A Maliz Fern le va a alegrar mucho enterarse de la muerte de la hija de Fani Waster.

Arthur notó su expresión y trató de animarla.

—Será capturado, tenlo por seguro. Tu madre no murió en vano.—

Scarlet esquivó su mirada, gruñendo ligeramente al recordar lo que ocurrió en aquella habitación misteriosa de la torre. Alguien intentó comunicarse con ella, seguramente su madre, pero la rechazó al ver que se trataba de Scarlet. Su propia madre no quería saber nada sobre su hija incluso después de la muerte, cuando ya no tenía por qué esconder sus secretos.

Desde que Fani murió, Scarlet se veía mucho más abierta con las personas y con su nuevo mundo. Le sonreía más la cara, su aura triste cambió bastante. Marcus le había ayudado con todo lo que necesitaba, sirviendo como psicólogo para aquellas cosas de las que se podía desahogar.

—No, Arthur. No lo entiendes. Por muy mal que suene, las cosas que me han ido mejor desde que ella no está. El otro día intenté comunicarme con ella y me rechazó.— explicó la joven.

—Scarlet, para contactar con un espíritu, muchas de las veces debes estar en un lugar con su esencia. Como un cementerio, o una antigua casa, o un objeto antiguo. No se puede contactar así de...— enumeró Arthur.

El lugar donde intentó contactar su madre estaba repleto de sus pertenencias íntimas, poemas, ropa, estatua... Era imposible estar en el lugar equivocado.

—Arthur, ¡estuve allí! Encontré la habitación donde guardáis la estatua de mi madre con sus pertenencias. Sentí algo allí, pero no quiso contactar conmigo.— exclamó

Scarlet sintió tanta rabia que le pegó una pequeña patada a una piedra del suelo, solo que no llegó a rozarle el pie. La piedra rodó por la colina algunos centímetros sin apenas tocarlo con la puntilla del pie. La joven aprendiz no le dio mucha importancia, se cruzó de hombros ante su profesor.

—¿Cómo diablos encontraste esa habitación?— preguntó Arthur, se oía en su voz un tono sorprendido.

La chica de pelo oscuro pasó un mechón detrás de su hombro y posó una mano sobre su cadera. Apretó los labios.

—No me gusta el olor a incienso.— admitió.

—No hemos encendido nada desde que nos enteramos sobre su muerte.— le explicó el profesor.

La aprendiz intuía que Arthur pensaba en fantasmas como respuesta. Y eso le llevó a pensar, ¿qué diablos era un fantasma en aquél lugar?

—¿Fue un fantasma?— preguntó la chica.

Arthur se quedó inmóvil. Al ver que no respondía, Scarlet decidió interrogarle aún más en busca de respuestas.

—¿Qué diablos es exactamente un espíritu?— prosiguió. —¿Se pueden ver? ¿Pueden mover cosas?—

Arthur no contestó.

Las Crónicas Nefalem: Malicia (LIBRO #1)Where stories live. Discover now