prólogo: la madre negligente

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Algún día saldré de este lugar, y quizás Mamá se dará cuenta de lo que ha perdido.

Scarlet dormía inquieta aquella noche tormentosa de agosto, soñando que algún día se sentiría amada y querida - no por un hombre - sino por un amigo o un conocido. Hacía años que no sentía un tacto agradable por su piel, una mirada amable y una sonrisa verdadera, que no fuese incómoda o notablemente forzada para no aparentar ser maleducado. Anhelaba tener un amigo verdadero, alguien con quien conversar y confiar sus problemas. Deseaba tener a su lado a una persona que no solo la tolerase, sino que la quisiera en su vida.

 Deseaba tener a su lado a una persona que no solo la tolerase, sino que la quisiera en su vida

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Scarlet tenía algo; a veces la joven no era capaz de entender el qué. Su mera presencia desagradaba a todos aquellos a su alrededor, todos los demás eran incapaces de acercarse a ella a mantener una conversación normal por mucho que Scarlet lo intentaba. La joven llegó a pensar que se trataba de alguna maldición, que estaba destinada a estar sola toda su vida.

Se la conocía por el barrio como la don-nadie, la chica perdida, el fantasma...

Durante los primeros años de su vida, tenía lo que tanto deseaba; una mejor amiga llamada Ayana. Todos los días a la mañana quedaban en frente de su casa, paseaban por las calles de su pueblo charlando sobre los dibujitos animados que veían en la televisión. La familia de Ayana tenía mucho más dinero y propiedades que la de Scarlet, y por ello solían ir a casa de Ayana a jugar a la consola o a bañarse en la piscina en verano. Incluso le regaló una de sus bicicletas, ya que Scarlet no podía permitírselo.

Ojalá ser amigas para siempre.— le dijo Ayana un día.

Scarlet le sonrió.

Claro que lo seremos.

Cada vez que Scarlet entraba en la casa de Ayana, la familia entera se enmudecía por una razón desconocida. La mera presencia de Scarlet les incomodaba, veían algo en ella que no era normal, a pesar de que Scarlet se comportaba como cualquier chica de su edad y no tenía ninguna maldad en su cuerpo o intenciones malicias.

¿No piensas que esa chica pasa demasiado tiempo aquí?

Esa chica me da mala espina.

No quiero que entre en casa.—

Ayana, al principio, no veía nada raro en su mejor amiga. Se divertía mucho con Scarlet, era una chica normal, una chica feliz y con muchas energías. Pero, al crecer poco a poco, comenzó a ver a Scarlet de la misma manera que la veían sus padres. Algo en ella no le gustaba, pero nunca le había dado una razón para desconfiar en ella. Scarlet no mentía, no manipulaba, era tranquila, educada... Lo único raro era su madre, que parecía olvidarse de la existencia de su propia hija.

Sin embargo, todo cambió rápidamente cuando las dos chicos comenzaron secundaria. Las estaciones pasaban, y cuando Scarlet cumplió doce años su mejor amiga hasta entonces, Ayana, la ignoraba por completo. Por alguna extraña razón, Scarlet la incomodaba igual que a sus padres. Cuando la chica de pelo oscuro tocaba a su puerta para quedar, nadie contestaba, aunque pudiese ver desde la puerta la televisión que tenía Ayana en su habitación encendida. En la escuela, Ayana se iba con otras chicas y dejaba a Scarlet de lado en su mesa, completamente sola.

Las Crónicas Nefalem: Malicia (LIBRO #1)Where stories live. Discover now