𝟎 𝟐 𝟓

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ㅤEl sol de la mañana de su ventana entreabierta la hizo despertar, una mueca en sus labios mientras se movía en su cama mientras espabilaba. Al girar, se topó con un cuerpo desconocido. Algo duro pero no en exceso. Con el ceño fruncido, abrió los párpados suavemente, antes de que éstos se abrieses desmesurados.
ㅤFrente a ella estaba Jake, aún dormido con sus rizos alborotados sobre la almohada y su respiración en calma. Un semblante tranquilo como no lo había visto antes. La sábana tapaba a mitad de espalda, pues estaba boca abajo, y su piel morena relucía con la luz de aquella mañana sin la existencia de prenda alguna.
ㅤPoco a poco los recuerdos de la noche anterior vinieron a su cabeza mientras sus mejillas se coloreaban de carmín. Como la acompañó gentilmente hacia su casa, empeñándose en llevarla justo hasta la puerta de su apartamento. Como ella le ofreció una invitación inocente a entrar, diciendo que podría ofrecerle alguna bebida. Como, tras cerrar la puerta, tuvo la figura atlética de Jake sobre ella atrapándola en un caluroso beso que la sorprendió y encantó a partes iguales.
ㅤSe llevó la mano a los labios, deslizando sus dedos por la suave piel magullada recordando los mil y un besos que se dieron aquella noche.
ㅤComo la llevó en volandas hacia su cama, dónde la dejó como si fuese un objeto valioso y la llenó de besos dónde su piel era visible mientras la despojaba de su ropa. Como él se desnudó para deleite de la morena, su vergüenza olvidada junto a su ropa, mientras sus manos vagaban por ese torso esculpido que hizo florecer una sonrisa en los labios del latino que logró hacer temblar sus piernas.
ㅤSus manos bajaron entonces a su cuello, deslizando sus dedos por la piel justo dónde sentía que al menos debía existir una marca violácea mirando al techo con las mejillas encendidas y la respiración acelerada.
ㅤComo había encontrado cada punto débil de ella con la facilidad de una caricia, manejándola a su antojo como si hubiese sido suya desde el momento en el que nació. Como la tomó aquella noche haciéndola gemir, llorar y suplicar, retorciéndose bajo aquellas sábanas blancas que tan suave le resultaron al comprarlas.

"Buenos días, preciosa." La ronca voz de Lockley la sacó de sus memorias.

ㅤEse acento siempre hacía algo en ella, a pesar de no conocerse desde hacía tanto tiempo. Sus ojos volaron a la figura a su lado, una mirada mansa en sus ojos que le sorprendieron. Una sonrisa avergonzada estiró los labios de la franco-egipcia, que se escondió bajo las sábanas hasta la punta de su nariz, logrando sacar una pequeña risita nasal que hizo su estómago llenarse de mariposas aleteando.

"No seas tímida ahora."

ㅤUna de sus grandes manos se deslizó por su cadera, posándose en su espalda para acercarla a su cuerpo. A pesar de la desnudez y la vergüenza que eso le daba, se sentía cómoda con su calidez y su cercanía. Sus manos fueron rápidas al posarse sobre el amplio pecho adverso, mirándose uno al otro durante un tiempo que resultó eterno, ambos perdidos en los ojos adversos.

"Dime que no te estás arrepintiendo al menos."

ㅤLas cejas de la morena se alzaron con sorpresa, negando con rapidez mientras alzaba una mano hacia la mejilla suave del moreno, odiando la simple idea de que él se sintiese triste por una mentira como esa.

"No, por supuesto que no. Es solo... Yo... No suelo..."

"Lo sé, muñeca. Lo sé." Una genuina sonrisa invadió las facciones del temible Jake. Ella pensó que podría acostumbrarse a ello. "Nunca pensé que lo hicieses."

ㅤObservó orgulloso como sus mejillas bronceadas se coloreaban de un tenue rosado, alzando una mano para deslizar su pulgar por el pómulo. Nunca pensó que aquello fuese a sucederle a él, y se sentía un bastardo afortunado. No iba a negar que había tenido amantes (aunque no fuese algo que fuera a decir en voz alta, necesitaba mejorar su relación con Marc y Steven primero), pero ella se sintió tan bien. Tan diferente. Cada roce, cada toque, cada beso. Como si no pudiese tener suficiente de ella, como si a cada segundo ansiara más. Le asustaba como la mierda, pero al mismo tiempo le encantaba. Le encantaba lo vivo que lo hacía sentir, lo amado. Incluso se creía indigno del cariño con el que ella lo miraba, como en ese momento. Ese brillo dulce de sus ojos que debería ser para Steven o incluso Marc, no para él. No para alguien que había hecho tantas cosas malas en su existencia. Y aún así allí estaba, tomando cada segundo que ella le regalaba porque se sentía codicioso y egoísta, sobretodo cuando algo tan valioso y hermoso como lo era ella se le presentaba de una forma tan tentativa.

"¿Te apetece desayunar?"

Una vez más, el dulce tono de su pregunta en el que se preocupaba por él le hizo sentir egoísta.

"Solo si preparamos los dos el desayuno."

Ella lanzó al aire de la mañana que entraba por la ventana una pequeña risa angelical, como si hubiese sido sorprendida por su evidente intención. Evie asintió, antes de enrojecerse de nuevo jugando con el borde de la sábanas blanca que aún les cubría.

"No tienes que avergonzarte, preciosa, pero me giraré si así te sientes más cómoda."

La morena asintió de acuerdo a su petición avergonzada por la facilidad con la que él podía leerla, tal como un libro dejado abierto sobre la cama. Jake se sentó al borde de la cama, dándole la espalda y mostrando la tensión en los músculos que no tenían Steven ni Marc, como si algo en la mente del latino pesara tanto que tuviese que flexionar sus músculos para sostenerlo. Eso apretaba el corazón de la fotógrafa, que solo quería acercarse, llenar de besos cada uno de sus músculos tensos y decirle que todo podía mejorar.
ㅤEn lugar de eso, se puso en pie alcanzando del suelo una camisa amplia que supo que era de él y sus orejas se colorearon de rojo mientras se la ponía, disfrutando de la distintiva colonia de su acompañante y la suavidad de la tela. Abotonó con cuidado la prenda colocándose unas bragas limpias antes de deslizarse descalza hacia la cocina, siguiendo seguida por un par de ojos negros que se quedó hechizado por el movimiento de su prenda rozando los suaves muslos de la contraria.
ㅤApenas tardó unos segundos en acompañarla, colocándose su ropa interior y sus pantalones para no incomodarla, y la ayudó a hacer unas esponjosas tortitas que le supieron a gloria, disfrutando no solo de la comida recién cocinada si no de la preciosa compañía vestida con su camisa.

𝐀𝐇𝐌𝐀𝐍𝐄𝐓 |  𝘔𝘢𝘳𝘤 𝘚𝘱𝘦𝘤𝘵𝘰𝘳Where stories live. Discover now