Capitulo 21

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Luego de haber permanecidos en la oscuridad de la montaña, descubrir el cielo despejado era un alivio, pero el corazón de todos aún estaba sumido en las profundidades. Gandalf había muerto, con ellos como únicos testigos.

El llanto y dolor era lo único que se oía en boca de cada uno, pues el mago había llegado a convertirse en un gran amigo y aliado.

Narwen se había dejado caer sobre una roca, con las lágrimas acumulándose en sus ojos. Conocía a Mithrandir desde hacía muchísimos años, más de los que podía contar.

Aragorn observo a su compañera, sintiendo el dolor de esta. Él también se sentía mal, también lamentaba la perdida, pero sabía que ya habría momento para llorar la perdida de Gandalf.

–Legolas, levántalos. –pidió al elfo refiriéndose a los hobbits, los cuales estaban de rodillas llorando desconsoladamente.

–Dales un momento, ¡ten compasión! –Boromir acariciaba la espalda de la elfa, intentando llevar un poco de alivio a su dolorido corazón. No había podido evitar acercarse a ella, la elfa no había dudado en salvarlo cuando los orcos los habían atacado, por lo que sentía que debía estar a su lado, consolándola.

– ¡Para el ocaso esta zona rebosara de orcos! Debemos llegar a los bosques de Lothlorien. Vamos Boromir, Legolas, Gimli. Levántenlos. –pidió mientras levantaba a Sam.

Narwen limpio sus ojos y respiro hondo. Noto una mano a su lado.

–Gracias Boromir. –susurro al ponerse de pie con la ayuda del hombre. Este solo asintió. Camino hacia donde el montaraz ayudaba a Frodo a recuperarse.

– ¿Lothlorien? –pregunto la elfa, suspirando al ver la tristeza de Frodo.

–Sí, es la mejor ruta que podemos tomar. Tú sabes cómo ir allí, tendrás que guiarnos. –Aragorn había pisado aquel bosque alguna vez, pero era demasiado joven para recordar la ruta que habían tomado. En cambio Narwen, sabía perfectamente cómo llegar allí.

La elfa asintió y comenzó a caminar, dejando la montaña detrás.

La compañía camino durante largas horas, en un principio en completo silencio, hasta que Gimli comenzó a platicar con los hobbits y Boromir. Aragorn había permanecido callado junto a Narwen, pero luego de unas horas, decidió que debía saber si estaba bien.

–También me duele la perdida de Gandalf, pero ambos sabemos que no podemos quedarnos quietos. Sabes que vienen por Frodo y el anillo. –la elfa asintió y lo miro a los ojos, regalándole una pequeña sonrisa.

–Lo sé. Solo creí que Gandalf era casi inmortal. Desde pequeña lo vi como un ser que nadie podría matar. Jamás hubiera imaginado que vería con mis propios ojos su muerte. –el hombre llevo su mano al hombro de la elfa.

–Creo que todos pensábamos así. Ahora debemos cumplir con la misión que se nos fue encomendada en honor a Gandalf. –asintió ante las palabras de su compañero.

Un par de horas después vislumbraron un frondoso bosque delante de ellos.

El verde de los arboles era de un tono jamás visto, y el aire dentro de él era cálido y puro. El pasto bajo sus pies era suave, y crujiente. Todo en aquel bosque resultaba ser embriagador y reconfortante.

– ¡Quédense cerca, jóvenes hobbits! Dicen que una gran hechicera vive en estos bosques. Una bruja elfa de un poder terrible. Todos los que la miran caen bajo su encanto. Y nunca se vuelve a saber de ellos. –Narwen volteo al oír las palabras de Gimli.

– ¡Oye! –dijo en reprimenda.

–Aquí hay un enano al que no atrapara tan fácilmente. –susurro hacia los hobbits, aunque Narwen pudo oír lo que decía. –Tengo ojos de halcón y oídos de zorro. –y como si el destino se estuviera burlando de él, una flecha lo apuntó en el rostro, una flecha que con sus ojos de halcón no había logrado ver.

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