Capitulo 10

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La compañía navegaba rumbo a la ciudad del lago. Las aguas de aquel lugar eran heladas, grandes pedazos de hielo flotaban a la deriva, golpeando ligeramente la barcaza. La neblina no dejaba observar hacia muy lejos, pero el hombre conocía muy bien aquellas aguas. Los enanos desconfiaban del actuar del desconocido, su forma de adentrarse en estructuras de lo que pareció ser una ciudad, los hacía pensar que quería ahogarlos allí.

—Ya estoy harto de este insolente. Yo digo que lo tiremos por la borda y se acabo. —dijo Dwalin mientras no le quitaba los ojos de encima a su navegante.

—Bardo, se llama Bardo. —hablo Bilbo. El hobbit no desconfiaba de aquel hombre, no veía maldad en él.

— ¿Cómo lo sabes? —le pregunto el enano, a lo que este respondió que simplemente se lo había preguntado. —Me da igual como se llame. No me gusta. —

—No tiene que gustarnos. No nos gustaba Narwen y aquí esta, siendo parte de la compañía. —la elfa rio ante las palabras de Balin. No mentía, en un principio nadie la quería allí, pero ahora eso era parte del pasado. —Lo que tiene es que cobrar. Anda, aflojen los bolsillos. —todos fueron dejando sobre una caja de madera, el poco dinero que llevaban. Narwen dejo cinco monedas de plata y dos de oro, el resto fue vaciando sus bolsillos poco a poco.

Balin fue el encargado de contar las monedas, faltaban solo diez monedas para completar el pago de Bardo, y debieron pelear con Gloin para que entregara lo que sabían que ocultaba. El enano se reusó, hasta que vio la montaña solitaria a lo lejos. Al ver que estaba cerca de lo que alguna vez fue el hogar de sus antepasados, entrego sin rechistar la bolsita que escondía en su barba, donde unas quince monedas descansaban.

Bardo se acerco con apuro hacia el grupo.

—El dinero, dénmelo rápido. —exigió. Narwen había notado que de estar tranquilo navegando, ahora se encontraba ansioso y tenso. Observo a su alrededor para ver qué era lo que había puesto tan nervioso a Bardo.

—Cuando tengamos nuestras provisiones. —Thorin confiaba cada vez menos en aquel sujeto.

—Si valoran su libertad, harán lo que les diga. Hay guardias ahí. Deben esconderse dentro de los barriles. —todos giraron, pero la niebla les dificultaba el ver más allá.

— ¿Narwen? —Thorin se giró hacia la elfa, ella era la que mejor vista tenia allí.

—Hay varios guardias armados. No miente. —el enano asintió y ordeno al resto de la compañía que se escondiera dentro de los barriles.

Narwen se quedó a un lado, cubierta con su capa. Bardo amarro su barco en un muelle y camino fuera de allí. Se acerco hacia un hombre, y señalo los barriles. Cuando todos creían que aquel hombre los había traicionado, miles de pescados cayeron sobre los enanos. La traición no existía en la sangre de Bardo.

—Tú no puedes esconderte en un barril. —dijo Bardo dirigiéndose a la elfa.

—Gran observación. —rodo los ojos. — ¿Crees que podre pasar diciendo que soy una elfa del Bosque Negro? Quizás que vengo por cuestión de negocios... —el hombre la detuvo.

—No funcionara, el rey jamás envía elfos aquí. Los negocios los hace a través de cartas o nosotros enviamos mensajeros. —Narwen suspiro, sabía que solo quedaba una opción.

—Bien, mantén mi capa seca. —se descubrió y apoyo aquella tela sobre una caja donde descansaban cuerdas, trapos, entre algunas otras cosas. Se acerco a la orilla del barco, pero Bardo la detuvo.

— ¿Qué haces? El agua esta helada, morirás congelada. —los elfos podían soportar el frio mejor que cualquier raza, pero aquello era desconocido para el hombre.

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