Capítulo 34

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S a m a n t h a

Tenía a Mia a menos de un paso de mi. Su habitación me trasladaba a los momentos de risas, caricias, gemidos y el último abrazo que recibí de ella aquí, donde temblaba cada centímetro de su cuerpo al hacerlo, donde dudé por un momento de la foto. Estaba claro que por más que quisiera evitarla esa conexión y magia siempre iba existir entre nosotras.

Últimamente sentía que tenía una lucha contínua entre el corazón y la razón. La razón estaba clara, sabía lo que había visto y aun me quemaba la rabia en el pecho, pero el corazón no mentía ni disimulaba por hacerlo, y cada vez que tenia a Mia en mi campo de visión golpeaba contra mis costillas de manera desenfrenada, salvaje. Sin pedir permiso alguno y sin yo poder hacer nada evitarlo. Simplemente esperando que el tiempo hiciera su magia y no me doliera tanto toda esta situación.

Cerré los ojos para recuperar la respiración, que no sabía si la tenía acelerada porque Mia me había sometió hace un momento contra la puerta tapándome la boca, o por la bola de pelo naranja que estaba rondando por la habitación.

Tenía una fobia no confesada hacía los gatos desde niña. En una de las casas de acogida que estuve, había una gata vieja. Que cuando dormía me atacaba mordiéndome los tobillos y arañándome. Era una gata con carácter. Eso sí, había aprendido mucho de ella. Evitando a determinadas personas, mostrándome arisca y fría, siendo cariñosa y cercana solo con las personas que yo quería serlo, sin fingir amabilidad ni sonrisas falsas por personas que a mi parecer no la merecían. Esa gata era sabia.

Tome aire y volví abrir los ojos para encontrarme con los de Mia observándome, como dos constelaciones que brillaban por si mismas. Tenia las pupilas dilatadas y sentía su respiración en mi cuello. Un escalofrió me recorrió de arriba abajo. Baje a sus labios y tenía una sonrisa de lado. Se había percatado de mi miedo y me miraba divertida.

Se alejo dándome espacio, el cual no deseaba y cogió en brazos a la bola de pelo con ojos demoníacos. Vi que se acercaba a mí con él en brazos y me tensé por completo. Me pegue más a la puerta y se me corto la respiración. No era capaz de moverme, ni articular palabra. Estaba totalmente paralizada.

- Sam, es un cachorrito, inofensivo y asustado. Estaba escondido bajo tu moto. No sé qué trauma tienes pero él te va ayudar a superarlo. Te presento a Dorito- dijo en un tono calmado y apaciguado, como si estuviese hablando con una niña de 5 años.

Por un instante y baje la guardia, me calme con el sonido melódico de su voz y no pude evitar soltar un risita por el nombre que le había puesto a ese demonio.

- Que original eres escogiendo nombre- Estire mi brazo frente a ella para que se detuviera y no avanzara más con esa cosa. Ella me hizo un puchero que fue directo a mi pecho, pero me mantuve firme alzando el mentón.

El gatito era precioso pero yo lo veía como una alimaña de garras afiladas y ojos viperinos.

- ¿Cómo lo hubieras llamado tu lista?- atacó indignada.

- Pues Risqueto, es más lo voy a llamar así.- conteste firme ante su cara de desaprobación.

Mia se echó a reír llenando el ambiente de ese sonido y yo no pude reprimir más una sonrisa. Me dolía lo que había ocurrido entre ella y Eric, pero no era capaz de odiarla. Habíamos quedado en ser amigas ¿no? pues tenía que intentar dejar a un lado mis sentimientos. Me lo repetía en la cabeza en bucle, como si apartar los sentimientos fuese algo sencillo.

- Toma sostenlo que tengo que ponerle comida y el agua. Me lo puse sobre las mano y no me dio tiempo ni a reaccionar.

- ¡Ayy!- me queje con un chillidito con voz de pito, a lo que Mia soltó una risita dándome la espalda.

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