Capítulo 13

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Mia

Los rayos de sol me deslumbraron haciéndome abrir los ojos y encontrarme con una maraña de pelo negro. Sam olía a vainilla. Yo estaba sobre su pecho y su mano descansaba en mi espalda. Dormía profundamente. Me incorporé un poco para poder observarla bien. Iba enfundada en un pantalón de cuero negro, súper ajustado y un top crop negro, donde mostraba parte de su abdomen. Por un momento tuve el instinto de pasar mi mano por esa zona. Esto no se parecía en nada a cuando dormía con Alice.. ¿Qué me estaba pasando?. Me confundía muchísimo.

Volví a recostarme sobre ella y me sentí segura sobre su piel. Podía ver a la perfección los lunares de su cuello. Tres puntos perfectos. Mi respiración entrecortada iba a parar a ese punto, haciendo que la piel de la morena se erizase. Esta se removió en su sitio y posó su mano en la parte baja de mi espalda. Sentía el frío de sus anillos en mi piel. Me estremecí y me alejé un poco buscando algo de oxígeno.

Sentía mucho calor, fui al baño a lavarme la cara. No quería que se despertase porque eso significaría afrontar la realidad de lo que pasó ayer. Lo único que sentía en mi interior era rabia, por haber caído tan fácil en la trampa de Marco y algo de culpabilidad por no haberme dado cuenta de lo que pretendía. No quería pensar más allá, si Sam no hubiese llegado.

Suspiré nerviosa ante el espejo del baño, viendo mi rostro pálido y como alguna lágrima descendía por mi mejilla. Me faltaba el aire y se me nublaba la vista.

Sam apareció en el baño sin que yo me percatase de su presencia. Estaba demasiado centrada en mi respiración. Me obligó a girarme para mirarla y me abrazó con fuerza. Hundí mi rostro en su cuello inhalando su fragancia a vainilla y logrando relajarme. Me parecía increíble que Sam tuviera la misma capacidad para alterarme que para calmarme.

- Estoy aquí, Mia- murmuró en mi oído y la abracé con más fuerza.

Después de pasar un rato así me sentí lo suficientemente segura como para separarme y hablar del tema. Ella cogió mi mano y tiró de mí hacia la cama, me sentó en ella y cogió la silla del escritorio para situarse frente a mí.

- ¿Cómo te encuentras?- preguntó con dulzura sin soltarme las manos.

No sabía que podía tener ese tono de voz, como siempre se mostraba fría como un tempano. En definitiva, Sam era una persona totalmente diferente a la que quería mostrar al mundo, era dulce, tierna y se preocupaba por los demás. Sonreí mirando sus ojos azules.

- Estoy..., cansada, enfadada y con ganas de darle su merecido a ese cabrón- dije con calma, pero era un hecho que me temblaba la voz.

- ¿Segura?.

- Gracias por llegar a tiempo- agradecí esbozando mi sonrisa más sincera. Ella apretó mis manos y asintió ligeramente.

- Tenemos que ir a la policía a denunciar, podemos avisar a Alice si te sientes más cómoda.

- No.- la detuve- se lo dirá a mi hermano y él a mis padres y se pondrán modo sobreprotectores, queriéndome hacer volver a casa. Lejos de aquí y de todo lo que estoy construyendo.

Samantha me miraba pensativa, como si tuviera una lucha interior debatiéndose entre hacerme caso o pasar de mí y avisar a Alice.

- No me gusta la idea, pero vale, de momento lo haremos así. Con la condición de que si en algún momento necesitas hablar o lo que sea acudas a mí, no te lo tragues para tí sola.- añadió sin dejar de mirarme a los ojos.

Asentí y acepté el trato. Sam observaba mi habitación con detenimiento. Detuvo su mirada en el mural y recordé que había puesto la foto que me regaló Alice entre las obras de "+". Me puse de pie ante el mural intentando ocultarlo de su vista. Pero ya era demasiado tarde.

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