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La suave caricia de un ángel

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La suave caricia de un ángel

    Recogió su máscara y la tomó en manos. Todo pareció enmudecer. Con las pálidas yemas de los dedos rozó una de sus mejillas en tanto veía al ebrio correr despavorido hacia la lejanía. Había entendido hacía un tiempo lo que ocurría con las personas cuando le veían a la cara, el terror, el apuro por apartar la vista y alejarse a toda velocidad. Delineó con la parte interna de los dedos sus mejillas, como acariciando sus ojeras y los extendió con lentitud hacia afuera. Sentía su piel lisa al tacto, tan suave. Lo mismo cuando tocaba sus labios, su nariz, o cuando entornaba la forma de sus cejas. Nunca entendió qué era lo que tanto asustaba a las personas cuando le veían.

    Torció los orbes con hastío y solo suspiró sin deseos de darle mayor importancia. Malditos locos. No tenían puto remedio.

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    —Esa cosa es... ¡Espantosa! —Muy lejos ya de aquel acróbata estafador, yacía su víctima para quien todo en aquella fiesta se había tornado en pesadilla. Sentía la presencia del bufón en el rabillo del ojo, como ver una sombra borrosa. Pero al volver la vista, no había nadie a sus espaldas. Trastabilló hasta pegar la espalda a un árbol y al fin cayó al césped, incrédulo sobre lo que había visto. Al cabo de unos minutos (que le parecieron horas), en los que murmuraba como un desquiciado, Kadir lo encontró. Lo ayudó a levantarse, en lo que llamaba la atención del General Min.

    —Es bien sabido, que el estúpido bufón es más feo que... —intentó decir para calmarlo, tratando de suavizar el ambiente con una simple broma.

    —¡No!, ¡no! —Aterrado, Julián grita como un completo lunático. Pegó las manos al estómago en un intento por que dejasen de temblar. Fue en vano—. Vosotros no entendéis, ¡es en verdad aterrador!, ¡aterrador!, ¡está... muerto, ese es el rostro de un puto muerto!

    De orbes perdidos y cejas suplicantes, el soldado tirita en su sitio.

    Min Yoon Gi nunca había visto a un hombre adulto llorar tan fuerte, al menos no sin tener alguna cortada en el estómago y medias entrañas por fuera. Para mala suerte del soldado, no podía secundar ni respaldar sus palabras y el Guardia Principal comenzaba a preocuparse por la actitud de su subordinado, tanto licor sin supervisión no podía hacerle alucinar de esta forma, ¿o sí? O sería que por fin había perdido la cabeza gracias a su obsesión con las campañas y el desprecio hacia la mascota calaíta de Su Majestad.

    —¿El Señor Tae Hyung? —dijo en tono suave pero en igual medida, consternado—. Venga, que no es para tanto, Julián. —Trataba de tranquilizar al joven soldado quien rehuyó de su tacto cuando le ofreció la mano para ayudarle a levantarse del árbol cuya espalda encorvada y lloriqueos ininteligibles habían dado a parar—. Vaya, que sí es un poco incómodo cuando uno le mira fijamente, pero...

    Min soltaba sus palabras con despreocupación. Es que no era para tanto. Es verdad que en varias ocasiones le había sacado un gran susto cuando se lo encontraba merodeando entre los pasillos del Celeste. Pero no era la gran cosa. Julián no era un novato como para permitirse afectar por eso.

El bufón busca su cordura © TaeKookWhere stories live. Discover now