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La presentación de la bestia

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La presentación de la bestia

    Pocos pueblos suelen ser agradables cuando es tiempo de caza. Cerca del Río Calais aún se escuchan los temples balidos del rebaño en la lejanía. Desde los campos fértiles hasta las Montañas Congeladas de Nhör; mientras que las miles de aves que aún no entienden la suerte venidera que se aproxima, revolotean entre los recovecos de los pequeños edificios y casonas aledañas. El invierno ha huido, por eso el mercader avanza taciturno hacia su destino, sin inmutarse por los dolores en sus huesos o sus dudas acerca del futuro.

    El ruido del carromato es estridente. Una ventana repleta de podredumbre, por donde a duras penas ingresa un poco de luz en el interior, le sigue la espalda como si le arrastrara. Al verlo, los niños corrieron como mendigos buscando una hogaza de pan; estirando sus cuellos y poniendo sus diminutos pies de puntillas para observar mejor... Pero, pese a sus esfuerzos, ninguno pudo ver nada pues por dentro todo era obscuridad. Eso le hizo ahogar una risita triunfante.

    "¿Qué es lo que lleva ahí dentro, señor?" pregunta uno de ellos, un famélico pelirrojo de nariz sucia y apariencia mugrienta, cuyo nombre no ha sido usado en casi toda la década que lleva de vida. Se rascaba un par de heridas purulentas en el brazo izquierdo, mientras seguía a pie el carromato que avanzaba con la suficiente lentitud como para no jadear demasiado... Ho Seok Jung solo pudo sentir pena por el muchacho.

    "Nada que les convenga mirar, mocosos" respondió el mercader, con el vozarrón amargado y tendido. Hubiera preferido que las primeras personas interesadas en su mercancía, fueran hombres de negocios, con los bolsillos repletos de oro, dispuestos a desembolsarlo a la más mínima señal de extravagancia, y no pequeños muertos de hambre tratando de saciar su temible curiosidad. Sin embargo, aceptaba que la vida no era lo que uno quisiera. Aceptaba que la mayoría del tiempo, estaba allí para azotarle en la cara los más profundos y nobles deseos; y tan profundamente bien como lo sabía, se dispuso a ignorar los chillidos de los niños cuando subió a la carroza y continuó con su camino.

    Con cada azote de las ruedas contra el suelo pedregoso, escuchó a aquella criatura removerse y soltar quejumbrosos verbos en un idioma sin nombre. Descubrió entonces que tenía sed... Y que sus cadenas estaban causando ampollas en donde los aceites se habían diluido por completo.

    "Lo siento, en verdad lo siento..." susurró hacia la jaula de cobre. La dureza con la que soltaba las frases, resonaba en la madera y la bestia lo supo de inmediato. "Si tienes suerte, te irá mejor aquí"...

    El brazo que se extiende hasta tomar sus regordetas mejillas, es una canela taciturna repleta de lunares esperanzados, toma el rostro del mercader con mucha ternura y se permite aplastar las mejillas del adulto con sus pequeñas manos. Hay alma en la bestia, aún si nadie más que él estuvo dispuesto a encontrarla. Y, para el Señor Hope, no había alma más noble que la de aquella criatura a la que nadie se atreve a llamar "hombre". Lo supo desde el momento en que cruzaron miradas en medio del Prado de Nöil, al norte de los Terrenos Montañosos de Verx.

El bufón busca su cordura © TaeKookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora