18.

1.5K 191 56
                                    

Me haces sentir que puedo confiar en tu amor

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Me haces sentir que puedo confiar en tu amor... pero después me confirmas que dentro tuyo solo hay odio.

    —¡La primera caza comienza hoy!, ¡la primera caza comienza hoy!, ¡mantened en vuestras oraciones a Su Majestad, Jeon Jung Kook IV, y que nuestros ancestros en el infierno le guíen en su morada para la prosperidad de estas tierras!, que las costumbres mantengan nuestro espíritu libre de las impurezas en el extranjero, ¡amén!

    Una horda de gritos le siguió a la oración de apertura. Las trompetas, cuernos y eufonios estremecieron la tierra desde el núcleo, tanto que las montañas mismas parecían saltar de alegría y vibrar a su compás. En el viento templado pero constante, se dibujó una promesa de prosperidad. Clima perfecto. Lo suficiente para no morir de calor, pero no demasiado para ahuyentar a las presas. Las vestimentas blancas de la gente del pueblo compaginan a la perfección con el profundo naranja de las hojas resecas que vuelan de un lado a otro entre los pies de los bailarines y de los grandes árboles inclinados cuyas raíces abrazan con recelo las aceras en las entradas de las casas, emana el susurro del viento como el cántico de una flor parlanchina. Las mujeres tienen los Mantos de Jó decorados con coronas de flores y dejan a la exposición sus rostros blancos y sonrosados. Los hombres lucen desde pantalones largos y camisas holgadas, hasta batas amplias que sostienen con un cinto del color mismo que el de sus parejas.

    No llevan joyas, pues es bien sabido que los rufianes están al acecho buscando el oro en los cuellos de los ilusos. De cualquier modo, el oro no es necesario en este festival en el que se festeja a la naturaleza y a la sangre, más que a los minerales.

    La Primera Caza, era llamado entre los habitantes como “el inicio del fin”. El final del otoño supone sequías para los reinos vecinos al este y Verx siempre tiene que lidiar contra la envidia de sus contrapartes.

    Cuando el reino de la gema púrpura era débil, se vio obligada a ceder ante los abusos de los otros reinos, sobre todo los que provenían de Platis, quienes habían doblegado a su gente milenios atrás robando a sus niños para volverlos fuerza de trabajo, secuestrando a sus mujeres para satisfacer a sus generales, y capturando a sus hombres para torturarlos hasta la muerte.

    De aquellos abusadores, solo quedaban descendientes con poca fortuna, sin embargo y para su mala suerte, los habitantes de Verx habían buscado formas cada vez más violentas de defenderse. Y aunque ahora los que quedaban en esas tierras, tan solo eran pecadores por las acciones de sus ancestros (no porque los hayan cometido por su propia mano), las tradiciones debían mantenerse siempre intactas... Y allí estaba Jeon para hacer valer la palabra de sus ancestros.

    Era como ser castigados por el pecado original que nadie les ofrecía retirar si no era con la muerte.

    El séquito salió primero. Un escuadrón de arqueros de ciento cincuenta hombres comenzó a desfilar desde la entrada del Castillo Celeste hasta el Río Calaís. Las cruces de los prisioneros que habían ejecutado semanas antes seguían de pie entre la hojarasca que se volaba desde el otro lado del río, en el bosque hacia las fronteras con Verx. Los arqueros, (la primera mitad de ellos a pie, y la mitad siguiente, todos montados en caballo andaluz de la mejor crianza), avanzaban con elegancia entre las calles de la plaza principal, cuyos adoquines comenzaban a llenarse de las plantas de todo tipo de personas. Desde los comerciantes más ricos, hasta los mendigos más pobres. Incluso los huérfanos han obtenido ropas nuevas y grandes cantidades de alimentos como parte de la costumbre.

El bufón busca su cordura © TaeKookWhere stories live. Discover now