Capítulo 8: Un baño de reglamento

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Solté un suspiro y cerré los ojos, estaba tumbado en el suelo rocoso. La melodía de la torre del reloj me hacía sentir que curaba mi alma.

El vendedor ambulante de máscaras se frotaba las manos mirando al frente, esperando que un Link apareciera por la puerta con su tesoro robado, cosa que nunca ocurriría.

En mi juego no existía un Link que continuase la historia, no existía un héroe de Hyrule luchando contra un niño poseído. Solo era yo y los NPCs de la ciudad deambulando por el juego.

De pronto, el vendedor de máscaras dejó de frotarse las manos y me miró directamente. Su semblante se tornó serio. Me levanté lentamente, nunca cambiaba su código.

—Ben —Dijo.

—¿Q-qué…? —el vendedor caminó hacia mí y retrocedí unos pasos.

—Ben.

Salí corriendo azotando las puertas y todos los aldeanos tenían su mirada en mí. Se detuvieron observándome como si se tratara de una horda de zombies a punto de comerse a su presa.

—¿Q-QUÉ OS PASA? —Grité mirando a mi alrededor, empecé a jadear.

El cielo se tornó rojo, justo como el tercer día, cuando la luna estaba a punto de estrellarse contra Términa.

—Ben —una voz profunda y con eco resonó por todo el pueblo.

Subí la mirada y la luna me miraba fijamente y, con suma lentitud, sus comisuras comenzaron a subir hasta formar una gran sonrisa y sus ojos se derritieron soltando líquido negro.

—¿Q-qué…?

La luna empezó a soltar una estruendosa carcajada que sonó robotizada, parpadeé varias veces y se acercó peligrosamente a Términa, al punto que rozó el punto más alto de la torre del reloj.

—Ben, necesito que me hagas un trabajo —su voz de repente se me hizo familiar.

—¿Z-Zalgo? —pregunté y rio, confirmando mi sospecha.

—Lleva la palabra. Lleva la pista. Acerca a la policía. Habla con la persona indicada.

Ladeé levemente la cabeza y fruncí levemente el ceño.

—¿Que me chive a la policía de qué?

—Del cuerpo de Josh —sus pupilas se contrajeron y su sonrisa se amplió tanto que parecía que ocuparía toda el rostro de la luna.

—¿Para qué?

Los soldados que custodiaban las puertas sacaron sus espadas, el deku alzó su mano derecha dispuesto a atacarme con sus nueces y los aldeanos me miraban serios.

—Está bien… —murmuré.

—¿Qué dijiste? No te escuché —soltó una pequeña risa y dio un giro de 180°, simulando acercar su “oreja”.

El otro lado (Novela Creepypasta)Where stories live. Discover now