Capítulo XXIV "Un beso de despedida y uno de comienzo"

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— Lord de Armañac, pensé que nunca atendería a mi llamado. — Exclamó Guido con gran pomposidad.

Tiberias carraspeo con notoria incomodidad, recostándose en la silla de su escritorio divagando apenas un poco en los interminables papeles que se amontonaban con gran facilidad en su superficie, no es como si no deseara desesperadamente la visita del susodicho comandante de san lázaro, pero, no estaba en lo más mínimo interesado en soltar una palabra en presencia de ese malnacido de Lusignan, que para su suerte le estaba molestando desde la mañana.

No entendía las indirectas, quería creer.

— Su llamado me mantiene sin cuidado mi lord, si me ve aquí es por que nuestro Mariscal así lo a solicitado y espero...— Recalcó con seriedad y gran autoridad — sea lo suficientemente importante para hacerme abandonar el hospital.

— ¡Claro que lo es! — Farfulló ligeramente ofendido el noble de larga cabellera. — Una traición de esta envergadura no es algo que pasar por alto.

— ¿Traición? ¿Se le acusa acaso a san lázaro de algún acto ilícito? — pregunto con algo de sorpresa.

— No lo sé comandante, ¿debería ser el caso? — Fingió ignorancia, sonando más infantil de lo que realmente quería — ha sido un tema recurrente este último tiempo.

— Ruego sea claro señor — Exigió el hombre con gran autoridad, no perdiendo la oportunidad de mirar acusatoria mente al noble que le había llamado — Conde por favor clarifique esta desfachatez.

— ¡Ja! Se atreve a ser tan desvergonzado...— Se burló Lusignan.

— Le ruego no hable de más Mi lord, desconocemos si el soldado tiene conocimiento de lo que ha pasado, diciendo tales cosas no ayuda en nada — Habló finalmente el hombre de la cicatriz — no olvide quien esta encargado de la guardia real y todo lo que conlleve la seguridad del castillo, ruego no se entrometa más de lo necesario.

— con el rey en esas condiciones es mi deber...

— No, no lo es, a menos que se delegue a usted tal responsabilidad absténgase.

— ¡Fui yo quien descubrió tal escándalo! No lo olvides.

— Y fue una gran ayuda...— escupió con sarcasmo — Sobretodo con ese intento de interrogatorio, pero hasta aquí llega su poder, así que como veo que no entiende indirectas, le pido cordialmente que se marche, esto es entre el comandante y yo.

—Entiendo perfectamente...— Balbuceó con molestia comprimida en su voz — si así deben ser las cosas.

Guido sonrió de forma incómoda, apretando la mandíbula como si hablar fuera un ejercicio imposible de concretar, apenas y se despidió con una leve inclinación de su cabeza, balbuceando maldiciones lo suficientemente fuerte para ser escuchadas hasta que abandonara la habitación.

Fausto entendió todo con demasiada rapidez como para esperar que el lord se decidiera a tocar el tema.

Aún así se mordió la ganas de simplemente ir al grano, quizás en el fondo de su mente aún deseaba desesperadamente que sus especulaciones no fueran más que eso.

— San lázaro está fuera de peligro si es eso lo que te tiene ansioso — aclaró acomodándose en la silla — al menos por ahora.

— ¿Por ahora? quiere decir que se le acusa de algo, ¿será posible conocer la razón de tan ridícula especulación?

— Desearía que solo fuera aquello, una simple especulación, más los recientes hechos me hacen dudar demasiado.

— ¿Hechos, cuáles hechos?

San Lázaro Where stories live. Discover now