Capítulo XXII "Finalmente, Helena"

548 54 28
                                    

Tiberias se tomó un momento para pensar.

Aquel chico siempre le había parecido extraño, nunca le convenció que fuera tan reservado sobre su pasado y tan cauteloso en su actuar, era un luchador decente, un conversador ingenioso quizás, más no era alguien excepcional hasta donde su entendimiento le permitía razonar y por ello trataba de mantenerlo alejado de sus pensamientos lo mas posible, por su propio bien.

Aún que luego de las palabras dichas por el joven médico, el antiguo monje no dejaba sus pensamientos, más ahora que lo tenia en frente, a completa disposición de análisis, lo cual no estaba seguro de querer comprobar lo que su mente le estaba gritando.

El muchacho se movía de esquina a esquina, trayendo y ayudando al joven rey con sus asuntos e intereses, una mano capaz era lo mínimo que el conde esperaba pero, aquello no era lo que evaluaba, no esta vez al menos. Al contrario de lo que seguramente Elijah pensaba, el mariscal no podía soltar de su mente la hipótesis más descabellada que alguna vez había pensado.

Se encontraba sentado en la pequeña mesa que sostenía el juego de ajedrez favorito de su majestad, aquella vista era preferencial se podría decir, apenas notaban su presencia y al menos poco y nada comentaba, alegando que esperaría un momento a solas con su majestad en cuanto terminara su ritual matutino, pero la verdad no era a él con quien quería hablar, sus ojos viajaron al escudero, marcando sus facciones, resaltando sus actitudes y gestos.

¿Desde hace cuanto que sus facciones se veían tan...delicadas?

Sus ojos adornados por tupidas pestañas le agregaban una apariencia poco común en un hombre, no solo eso, su nariz y mandíbula no le parecían tan marcadas, podría ser por que aún era joven pero al ser tan delgado al menos su barbilla debió endurecerse y perfilarse, podía apostar que no poseía la manzana de Adán inclusive, y por alguna razón se detuvo a mirar sus caderas, anchas y una cintura apenas apta para un niño, pero no solo el rostro, tenía algo más, algo diferente, sus acciones no le parecían afeminadas, tenia un andar varonil y su acciones eran las esperadas de un hombre de su edad, ¿entonces que?¿que se suponía que debía pensar?

— Tiberias — Le llamó Baldwin, aparentemente había divagado demasiado en su mente. — ¿te encuentras bien?

— No debía ser usted quien se preocupe por mi, sino yo por usted, ya sé lo he dicho. — Exclamó soltando un gran suspiró, mientras se estiraba en la vieja silla con fingida pereza.

— ¿Se encuentra cansado Mi lord? — Agregó el joven de melena castaña— ¿Desea que le prepararé un té?¿quizás una infusión?

— No es necesario muchacho, solo termina con tu rey para que podamos hablar, la mañana será ocupada, su cumpleaños se acerca y las fiestas ya comienzas esta tarde, tendremos mucho trabajo. — Parloteo intentando burlar la atención indeseada que estaba recayendo en el.

— Si mi lord — Acepto Helena, volviendo su atención al joven rey.

Helena se sintió confundida.

Ya hace unos días del incidente de su "repentina desaparición" al contrario de lo que pensó no recibió castigo alguno por parte del conde de las tierras de Tiberiades, más si bien no tuvo ningún tipo de escarmiento, si llegó a ella la repentina mirada de aquel hombre, su excesiva atención a cada uno de sus movimientos y la duda que aquello provocaba.

¿Que había cambiado? Pensó que su presencia le era apenas soportable.

— ¿Y tu...te encuentras bien, Elijah? — le susurro cuando finalmente ayudaba a acomodar sus ropas sobre él  (si gente Helena lo a visto desnudo)

— Si mi rey, ¿por que no lo estaría? — Soltó siendo más fría de lo que espero que sonara.

— ¿Eso fue sarcasmo? — Pregunto endureciendo de la misma forma su voz.

San Lázaro Where stories live. Discover now