Capítulo XXIII "Traidora"

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Desde que nací nunca fue un problema el adaptarme.

Mi hermano me decía que aún cuando era muy pequeña apenas lloraba o molestaba, quizás por que era tranquila o por que aún cuando no tenia uso de razón sabía que mis padres no acudirían a mi a un cuando llorará toda la noche. La mayoría de los recuerdos de mi infancia y adolescencia fueron en hospitales, apenas recuerdo si alguna vez fui a la playa o a acampar, si es que alguna vez lo hicimos seguramente fue antes de que la enfermedad de mi hermano empeorara.

Soy lo que se conoce como bebé medicamento, mis padres me tuvieron con el único propósito de que fuera el donante permanente de mi hermano el cual sufría de una rara enfermedad degenerativa, no hubiera sido tan malo si al menos alguna vez me hubieran tratado como su hija y no como su tienda de órganos, no los culpo, lo amaban demasiado como para dejarlo morir y es que...

Elijah era muy fácil de querer.

Mi madre siempre me dijo que era idéntica a él, desde cosas tan simples como nuestros ojos hasta gestos muy únicos de él, aveces me pregunto si aquello habrá sido espontáneo o me vi obligada a estar tanto con el que no pude evitar copiar cada una de sus mañas, debo admitirlo, en algún momento pensé que si actuaba como él mis padres quizás me tomarían más en cuanta, pero según él yo siempre sería única, su pequeña Helena, aveces me trataba con apodos cariñosos, algunos cursis otros sin demasiado sentido, ha pasado tanto tiempo que ni siquiera puedo recordar alguno, el siempre me decía que me amaba y nunca paraba de pedirme perdón por lo que pasaba, aún cuando yo no entendía el por qué lo hacía.

Siempre se sintió culpable por obligarme a vivir de esa forma para que él siguiera existiendo, mucha veces lo recuerdo y las ganas de decirle que lo haría una y mil veces más no se esfuman.

Y aún pesa en mí el día en que decidió rendirse.

En algún punto de mi adolescencia su estado no era posible de mantener, el dolor y la desesperación jugaron en su contra...

Y una tarde de primavera hace ya siete años Elijah abandonó este mundo.

El, la única razón que tenia de existir, mi propósito y por lo cual mi vida se movía y giraba. Me sentía vacía, perdida.

Mis padres claramente no pudieron superarlo muy bien, mi madre calló en una gran negación, hasta el punto de que constantemente me confundía con él, su locura llegó a tal extremo que escondía mi ropa y me hacía usar la de Elijah, diciendo que un hombre no debía usar vestidos, ni tener el cabello largo, llegó a tal extremo de cortarlo tan corto como le gustaba a él. Recuerdo que lloré por una semana.

Fueron las primeras veces en las que actué como un niño, como un hombre, el papel no se me daba de maravilla pero cuando tienes que interpretarlo todos los días, de alguna forma de vuelves experto.

Ellos no eran malas personas, solo amaron tanto a su hijo que dentro de ese amor nunca pude entrar yo. Hace ya tres años que abandone mi casa y el contacto con ellos, pero nunca pude olvidar a mi hermano y la huella que dejo en mi y la marca que otros me obligaron a portar por él, Amaba a Elijah, pero odiaba lo que me hizo vivir.

Cuando viaje a este tiempo el primer nombre que pensé fue el de él. ¿Qué más daba seguir usando la identidad de alguien que toda la vida me obligaron a cuidar e incluso a interpretar?

Pero en algún punto todo debe parar y al igual que Elijah en algún momento aquella fase debía terminar.

De alguna manera aún cuando fui descubierta pude sentir por fin el peso de mi hermano lejos de mi y ser finalmente yo.

Ya era tiempo de dejar ir a Elijah.

Abrió los ojos un momento, vislumbrado su entorno una vez más desde aquella noche, el suelo estaba húmedo, cubierto de apenas uno pocos montones de paja, podía escuchar a las ratas no muy lejos de ella, y la poca iluminación de aquel subterráneo se debía a una pobre antorcha que aún permanecía en la mano de uno de los guardias que alguna vez vio por los pasillos, patrullando las celdas como si los criminales más peligrosos del mundo estuvieran encerrados ahí, suponía que algo de entretención debía buscar al ser su única obligación el vigilar a las personas que moraban las celdas.

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