Capítulo I "La orden de San Lázaro"

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Desperte empapada en sudor, con el cuerpo extremadamente caliente y una sensación de pesades en mi pecho, toque desesperadamente mi costado buscando una herida que jamás encontraria, en cambio solo era palpable una especie de parche o vendaje de dudosa calida o salubridad, al menos estaba viva, lo cual era mucho decir para lo que recordaba era mi condición.

Intente acomodarme sobre el catre en el cual me encontraba, un intento fallido por decirlo menos, apenas hice el primer intento una fuerte punzada azotó mi abdomen, fue inevitable soltar un quejido lo suficientemente fuerte para alertar a quien fuera que se encargo de atenderme.

- ¡Dios, no hagas eso! - Grito en un idioma que en su corta vida había escuchado, se sorprendió, no parecía hebreo o árabe, inglés o alguna lengua similar.

Envolvio mi cuerpo en una especie de manta, Sujetándolo con gran firmeza, acomodándome nuevamente en el catre, recién en ese momento pude percatarme de su peculiar vestimenta, sin contar la notoria máscara que cubría su rostro.

- Eso fue peligroso, no debes hacerlo otra vez, apenas pude detener la hemorragia el otro día - Volvió a despotricar, quizás ¿molesto? No podía estar segura, ya que ni siquiera era capaz de ver sus expresiones, la confusión debió ser demasiado obvia, pues volvió a hablar, esta vez con un tono mucho más calmado, quizás estaba preguntando algo - ¿Estas bien? Oye ...carajo, no entiendes ni una palabra de lo que te digo ¿verdad?

Rasco su nuca con entusiasmo, al parecer estaba acostumbrado a situaciones similares a aquella, pues más más frustrado si cuerpo se expresaba con calma y relajo.

Espera ¿en que momento obvio el hecho de que estaba vestido como un caballero del siglo 1? ¿Donde estaba? ¿Que había pasado? ¿Por qué estaba con esas personas y por que aun estaba viva? Podía jurar que hace solo unos segundos atrás estaba en la iglesia, con ese tipo frente a ella y luego una extraña fuerza, ¿que abría sido? Intento pararse nuevamente de su lecho, esta vez mucho más asustada, con la histeria aflorando poco a poco de su cuerpo, su respiración se entrecortaba y la adrenalina momentánea la hizo olvidar la delicada herida que portaba, debía salir de ahí, necesitaba respirar, ordenar su mente.

- ¡Espera! Por favor no te levantes - Dios si escuchaba una palabra más...

Otra vez el dolor, Dios, si antes dolió esto fue suficiente para casi desplomarse en el suelo, el otro hombre fue más rápido, impidiendo que aquello pasara, sujeto con firmeza mi abdomen, parecía revisar que aún estuviera cerrado, para su alivio si lo estaba.

- ¿Estas loco muchacho? ¡¿ACASO QUIERES MORIR?! - Que curioso, eso sí lo entendió, quizás tenía un leve acento pero, al menos si podía reconocer aquella lengua, francés o eso creía.

- ¿Hablas francés? - Dije en un hilo de voz, senti que mis fuerzas abandonaban lentamente mi cuerpo

- Jodida mierda, con que eso sí lo entiendes.

Fue lo último que escuché antes de desmayarme.

Tiempo después supe que aquel hombre se llamaba Allard, que claramente ese no era un hospital común, que aquel tiempo no era el mío y que estaba sola en un mundo que desconocía por completo.

¿Cómo pasó? Aún debatía internamente la razón, el aceptarlo fue lo más difícil, entenderlo aún le costaba, solo se consoló en el hecho de que todo debía tener una razón, su llegada a ese lugar no era diferente.

Así como sus heridas se curaban, su mente poco a poco iba a reteniendo información, al menos lo poco que podía sacar de su prácticamente nula convivencia con los otros enfermos y sus conversaciones banales con su cuidador, gracias a ello pudo llegar a un par de conclusiones.

San Lázaro Where stories live. Discover now