Capítulo IV "Un nuevo amigo"

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Ya habían pasado un par de días de aquel incidente, providencia de Dios o no, debía agradecer al cielo que el castigo que recibió fue mínimo y dudaba si verdaderamente considerarlo uno.

Se seco las perlas de sudor provenientes de su frente, el calor que había en el boticario era exagerado, o tal vez solo lo sentía así por estar en un movimiento constante, después de todo ordenar ese "basural" no era algo que exigiera poco desgaste físico, aun cuando era constante su uso, la palabra orden no era de dominio público.

Si el destino le sonreía terminaría esa misma tarde, había avanzado bastante los días anteriores.

Tomo un frasco limpio, deshojando dentro de este una planta de un olor para nada agradable, había repetido ese patrón toda la mañana y parte de esa tarde, entre limpiar, fregar, preparar, "desinfectar" si es que lo que  hacían se podía considerar así, el día se esfumaba entre sus dedos.

Por otro lado los entrenamientos con el segundo había cesado.

No se había mostrado enojado, ni decepcionado, pero no le había hablado más que para lo precisó, al recibir el castigo por parte del maestre, todo contacto que tenía previamente se había cortado, al menos por esa semana, se sentía algo culpable, quizás el si recibió una escarmiento más severo.

— ¡Elijah! — Una estruendosa voz la saco de sus ensimismamiento. — Dios, ¿eres sordo o solo finges serlo? Te estoy gritando hace mucho.

— También es un gusto verle, Médico. — Agacho su cabeza con respeto, ese hombre era uno de los doctores principales del hospital, su talento solo era comparable a su desagradable personalidad altanera. No lo creía tan bueno de todos modos. — ¿Puedo ayudarle en algo? El boticario me dejo a cargo de los medicamentos mientras el está atendiendo a nuestro maestre.

— Ese tonto, solo es un simple infuncionista, que clase de cuidado podría darle al lord. — Balbuceo de mala gana, tomando plantas y líquidos de diversas parte. Entendía quién era la razón de ese desorden — ¡eh! Ayúdame a preparar compresas calmantes, hoy llegarán soldados de las fronteras.

— Creí que los Hospitalarios se encargaban de atenderles. ¿Por que viene acá?

— Se habla de una enfermedad a la piel, probablemente lepra, por eso su llegada.

Otro grupo en menos de dos días.

Eso no era buena señal.

Preparo lo pedido más rápido de lo que el medico creyó posible, era una farmacéutica después de todo, hacer ese tipo de pedidos era una tarea sumamente facil, aveces se daba el lujo de sustituir cierto componentes para un resultado mucho más eficiente, aun que seria difícil explicar, creía apropiado interferir de vez en cuando, aun que se mantenía lo más al margen posible. Para su sorpresa no le increpó o insulto, un avancé, siguió con lo suyo, mientras el hombre mezclaba diferentes hierbas en el mortero. No esperaba volviera a dirigirse la palabra pero quizás sembró un poco de curiosidad en esa alma tan engreída.

— ¿De donde eres muchacho? — Su voz sonó naturalmente amable, asustandola un poco en el proceso.

— ¿De donde soy? ¿A que vienes tal pregunta?

— Pues hablas frances, pero no tienes acento francés, estas en Jerusalén pero claramente no eres de aquí, aveces despotricas en un dialecto del que nadie a oído hablar, entonces, no puedes culparme por tener curiosidad.

Nunca había pensado en eso, nadie le había cuestionado su procedencia desde su llegada, fue descuidado al pensar que aquello no tenía importancia, en tiempos como esos, donde la guerra y conflictos tanto externos como internos estaban a flor de piel, convenía afianzar su postura en la facción de los cruzados, no fuera el caso que le acusarán de espionaje o traición. Era poco problable, pero no imposible. Más no podía decir que venía del otro lado del mar, definitivamente quedaría como loca.

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