12. Esto es mejor que las telenovelas de la noche

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Capítulo Doce

Evan

140 kph

Los números blancos brillaban en la oscuridad de mi coche lo cual desató la alarma de velocidad en el sistema de mi auto. Lo había establecido así para evitar multas por exceso de velocidad, pero esa noche simplemente no me importaba.

Jules...

Apreté el volante, no podía dejar de imaginármela besando a ese estúpido sin cerebro. La imagen me estaba torturando, añadiendo combustible a la ira dentro de mí. Apreté los dientes.

Ella era la primera persona que deje entrar desde la muerte de mis padres, ella era la primera persona en la que confiaba y la primera a la que le conté toda la historia de esa noche.

Sus ojos llenos de lágrimas, vinieron a mi mente, atormentándome. No podía negar lo mucho que me dolía verla llorar, pero estaba viendo rojo en esa casa. Tenía que salir, tenía que enfriarme.

Ella le devolvió el beso.

Ese pensamiento me enfermaba, estaba loco por ella, yo quería serlo todo para ella.

Ella era la mía y punto.

La llovizna se estaba convirtiendo en lluvia pesada en mi parabrisas cuando llegué a Crookwell. Me detuve en un semáforo en rojo, respirando con dificultad. A mi izquierda tenía la calle que me llevaría a la carretera de Rivertown y a mi derecha: Crookwell, podía ver las borrosas luces de la ciudad de donde yo estaba. La cara de preocupación de Jules apareció en mi mente.

Ella estaba en lo cierto, yo no estaba en condiciones para conducir, elegí Crookwell. Estaba cerca. El camino a Rivertown era largo y rocoso, y con esta lluvia habría ramas caídas y barro en el camino.

Aparqué delante de una casa victoriana de color verde claro. Realmente esperaba estar en la casa correcta.

Ella le devolvió el beso.

La amargura llenó mis venas lentamente, apagué al motor, apoyando mi frente en el volante.

Respira, Evan. Piensa en un lugar calmado.

Recordé las palabras de mi terapeuta. ¿Cómo podía pensar en un maldito lugar calmado cuando no podía dejar de imaginármela en sus brazos, sus suaves labios contra los de el?

-¡Mierda!- golpee el volante tres veces antes de inclinarme hacia atrás en mi asiento.

Dejé escapar un largo suspiro, desordenando mi cabello. Eché un vistazo a la casa, inseguro de haber tomado la decisión correcta al venir aquí, pero yo estada demasiado inestable para manejar. Agarré una sudadera con capucha de mi asiento de atrás y me la puse, estaba lloviendo muy fuerte afuera.

Me bajé del coche, corriendo a través de la ruta de acceso ajardinada a la casa. Cuando estaba seguro debajo del techo del porche, llamé a la puerta.

-¡Ya voy!- Oí su voz y al instante me tranquilicé, me hacía sentir en casa. Ella abrió la puerta, luciendo sorprendida cuando sus ojos se posaron en mí.

-Evan- susurró, escaneándome -¿Estás bien?

Negué con la cabeza.

Su rostro se contrajo en tristeza. Sin decir una palabra, dio un paso hacia delante y me dio un abrazo. Enterré mi cara en su cuello.

No sólo su voz me tranquilizaba, su olor también tenía ese efecto de paz.

Después de todo, ella era mi paz.

-Jules-

El tiempo se detuvo para mí. No me moví, ni siquiera me inmute cuando la lluvia se puso tan pesada que golpeaba mi piel con fuerza. Y entonces llegó el frío, corriendo hacia mí, haciéndome temblar.

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