EXTRA: Una ragazza e un ragazzo

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Vuelvo a mirar los ojos cristalinos color acero que me miran temerosos.

-Si no quieres saber que son, no lo hagas.-arruga la nariz mostrando un gesto de desaprobación.

A ella hay que jugarle en contra, es la única manera de hacerla entrar en razón.

-Si quiero saber.

-¡¿Entonces, Rafaella?! ¡Si no quieres mando a devolver toda la pendejada que he hecho!-me levanto de golpe.

Gregori y yo llevamos toda la puta mañana armando y perfeccionando cada detalle para develar el sexo de nuestros hijos de una forma especial y resulta que ahora ella no quiere verlo.

Me agarra de la muñeca para detenerme.

-¿A dónde vas?

-A trabajar.-la miró con dureza.

Niega.

-Deja la pendejada, idiota.-pasa por mi lado, sujetando su vientre con ambas manos.

Una sonrisa involuntaria tira de la comisura de mis labios cuando logro mi cometido.

Camino detrás de ella siguiéndole los pasos, voy mirando su precioso culo que se contornea a medida que avanza.

Le han crecido las nalgas, las tetas y se le han anchado las caderas. Esta verdaderamente apetecible, un postre listo para degustar. Me apresuro a palmearle el culo antes de que empiece a bajar las escaleras que nos llevan al primer piso.

-¡Deja mi culo tranquilo!-se enfada girándose.

-Deja mi polla tranquila.

Otro punto a mi favor, el embarazo la ha vuelto adicta al sexo, todo el tiempo está caliente y a cada nada se quiere empalar en mi miembro.

-¡No puedo!-se gira enfadada.-¡Solo tienes que decirme si no quieres que te toque!

-¡Eres tú la que quieres que deje de palmear el culo que me pertenece!-la tomo con fuerza de la cara.-Eso no sucederá ni en tus mejores sueños, Rafaella Riccardi.

La suelto, con algo de desdén.

-¡Bésame!-me pide cuando empiezo a bajar las escaleras pero lo le hago caso.-¡Máximo, te estoy hablando!

-¡Ya te oí!-le contesto.

-¡¿Y porque no me besas?! ¡Regresa aquí!

-¡Baja!-le ordeno cuando llego al primer nivel.

-¡Ven tú!-sentencia.

¡Joder! Esta mujer me volverá loco.

Vuelvo a subir las escaleras y la atraigo tomándola de la nuca. Beso sus apetecibles labios, su lengua se entrelaza con la mia moviéndose con habilidad, hasta que se separa buscando aire.

-Andando.-la tomo de la mano para arrastrarla conmigo escalera abajo.

Nos desplazamos rápido, yo algo impaciente por que vea lo que he hecho y ella algo temerosa.

Ayer le hice una ecografía para ver el sexo de los niños. En el monitor aparecieron las dos figuras que tanto deseaba ver.

Rafaella se puso a llorar cuando los vio en la pantalla, tenía una de esas miradas inconfundibles, esas que te aceleran el corazón, esas miradas que entregas cuando deslumbras algo con tanto amor que te quieren brotar brillos por los ojos. Los iris grises de la pelinegra destilan amor e ilusión por todos lados.

En medio de la revisión mis ojos se toparon con algo que me paralizo de inmediato. No lo podía creer, así que tuve que inspeccionar otra vez. Eso debía ser un puto error. Estaba jodido.

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