-¡Excelente trabajo chicos!-los felicito.

Se reconocer los logros que tienen y la dedicación es algo que se nota a simple vista cuando está presente.

-Nuestro trabajo ya no peligra, ¿Verdad, jefa?-sonrió.

-No, ya no peligra.-todos aplauden emocionados.

Mi grupo de trabajo se ha vuelto a recomponer y será un buen escape por lo pronto.

-En algunos días haré la prueba de todo el armamento, ahora no tengo tiempo.

-Avisare para que te tengan listo el campo de tiro.

-Dile a Thiago que esté listo porque las probare con el.-me pongo de pie y salgo volando hasta mi casa.

Máximo.

Cuando llegue a casa mis dos hijos corrieron a abrazarme, Bianca no me soltó ni por un segundo y Damiano tampoco lo hizo, los dos están acostumbrados a mi presencia desde que nacieron, por ende sienten mi ausencia.

Nunca los he dejado solos. Viajo, pero regreso lo más rápido posible, incluso de madrugada con tal de verlos levantarse y no sientan que me he ido.

Cuando mi hijo me mira a los ojos aprieto el mentón, sus ojos son un constante recuerdo de la pelinegra que aunque se ha ido a trabajar por la mañana puedo sentirla caminando por la casa, es como si su alma estuviera presente.

No durmió en toda la noche, lo sé porque tampoco pude conciliar el sueño, me mantuve en vela toda la noche y hoy por la mañana fui el primero en salir de la habitación.

-¿En dónde estabas?-pregunta mi hijo mirándome con el ceño fruncido.

Termino de llevar el tenedor a mi boca y mastico el pedazo de carne que hoy hay de almuerzo.

-Fui a Manchester.

-¿Dónde queda eso?

-En Inglaterra, Reino Unido.

-¿Tenemos una casa allá?-pregunta la abeja algo interesada.

-Así es.

-¿Y es bonita?-intento responder pero Damiano me interrumpe.

-¿Y a que fuiste?

-A cerrar negocios.-miento.-Y si, es bonita.

Mi mirada se desvía hasta posarse en la mujer que cruza el umbral de la mampara enorme y se me quita el hambre.

-¿Ya están almorzando?-habla alegre.

-¡Si, mamita! Te estábamos esperando.

Se ha tragado medio plato y se atreve a decir que la estaba esperando.

-Se nota, cariño.-murmura con sorna la Riccardi.

Deja su cartera a un lado y toma el lugar que le corresponde en la mesa. Su mirada se cruza con la mia para luego apartarla.

-Yo si te estaba esperando, madre.-vocifera con orgullo mi hijo. El sí que la esperaba.

-Él no ha comido porque estaba preguntándole cosas a mi papi.

Elena aparece con una bandeja donde trae el almuerzo de la nueva presencia que tenemos en la mesa.

-Dice lo mismo que tú. Que estaba en otro país por negocios.-le comenta mi hijo.

-Justo eso fue lo que dije, cariño. ¿Acaso crees que te miento?

-No, madre, solo estaba preguntando.-la pelinegra asiente y empieza a comer, van de plato en plato y no paran hasta terminar con el postre.

DINASTÍAWhere stories live. Discover now