CAPÍTULO VEINTIUNO

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El trayecto de la hacienda hasta el hostal donde nos hospedamos fue demasiado corto y más pesado de lo que imagine

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El trayecto de la hacienda hasta el hostal donde nos hospedamos fue demasiado corto y más pesado de lo que imagine. Con poner un pie en la habitación el peso de las emociones estaba por derrumbarme así que lo único que me nacía era meterme entre las sábanas y dormir hasta que todo lo ocurrido se borrara de mi mente, no me tome la molestia de desmaquillarme ni tampoco de quitarme el vestido, solo por comodidad me saque de golpe los tacones.

Sentía la presencia del pelinegro a mis espaldas pero mantenía la distancia muy pendiente y calculador de mis movimientos y comprensivo con la situación. No hizo ningún intento de cuestionarme ni de querer hablar.

Abrí las sábanas y me hice un ovillo en el lado izquierdo de la cama, cerré los ojos con fuerza cuando volvieron a mi mente las palabras de Emiliana "Siempre estarás sola, tan sola como el desierto".

Sin quererlo las lágrimas empezaron a escurrir por mis mejillas, eran lentas, dolorosas y agudos quejidos me atravesaban el pecho como agujas. El colchón a mi lado se sumió y al segundo ya tenía sus brazos fornidos apretándome contra su pecho. Me rodeaban con fuerza como un escudo queriendo protegerme del exterior.

Mi nuevo lugar seguro son sus brazos.

—Nada de lo que te dijo es cierto...—susurró cerca de mi oído y besó mi sien—No estás sola, no volverás a estarlo mientras yo esté vivo...por favor eso jamás lo olvides...yo estoy aquí contigo para siempre...

Di media vuelta y esta vez quedamos de frente, enterré mi cabeza en su pecho donde me permití seguir llorando, volverme vulnerable de todo lo que en meses anteriores no lo he hecho. Dejar que cada recuerdo doloroso saliera de mi pecho.

***

Mi visión era borrosa y algo nula pero claramente no estaba en un buen lugar, en mi nariz sentía el aroma a etílico y cada sensación estaba grabada con precisión, las intravenosas en mis brazos, un dolor inconfundible en el bajo vientre, mi cabeza adolorida y sentía la presión del collarín en mi cuello asfixiándome.

—¿Dónde estoy? —parpadee con lentitud y la mujer a la cual no le veía la cara, negó pero enseguida desapareció

—Hay una noticia que darle...—esa frase saliendo de la boca de un doctor me estremeció de formas inconsolables—Lamentablemente usted ha perdido al bebe...

Mi bebe. Mi bebe ya no estaba.

Patalee, grite y en ese momento deseé morir como aquel precioso hijo que ya no tendría. Entre nubarrones le vi la silueta, pasaba por un costado en una silla de ruedas y llevaba varías vendas por el cuerpo.

—¡Maldito!¡Maldito!¡Tu matas a mi bebe! —sus orbes aún lucían impregnadas por los efectos del alcohol pero jamás se han borrado sus horribles facciones de mi mente.

***

—¡Mi bebe! —abrí los ojos de golpe, me sentía agitada y de seguro estaba gritando por el sudor frío que bajaba por mi espalda, por dios, todo era una pesadilla, la más horrible de mis vivencias—Mi hijo... —solté un quejido de dolor y por inercia mis manos se posaron sobre mi abdomen como si aun algo estuviera ahí y fuera mi deber protegerlo

DE VIAJE A SUDÁFRICA (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora