El hombre rubio la sigue al interior.

-¿Que harás con el exactamente?-pregunta con el ceño fruncido.

-Firmar un contrato de venta de armas. Luego podremos irnos.

-Vámonos a casa.-dice entre dientes.

-Espérame un segundo, firmo y salgo de inmediato, cariño.

-Vámonos, Rafaella.

-Es un negocio importante, Máximo, ahora regreso.-me adentro en la sala de reuniones.

Tomó asiento y por el vidrio puedo ver que algo le pasa, sus ojos oscuros no me abandonan y reparan en cada movimiento que hago, acechándome como siempre. Le sonrió detrás del vidrio pero no me devuelve el gesto, solo me mira serio.

No entiendo qué le pasa.

-Empecemos.-Verónica coloca los documentos sobre la mesa.

-Pensé que sería una reunión privada.-me interrumpe cuando ve a mi amiga tomar asiento.

-¿Tienes algún problema?-interrogó con dureza y el niega de inmediato.

Mira mis ojos con un poco de temor.

Empiezo con la lectura de términos y condiciones para proceder a las firmas. Ambos firmamos las más de veinte hojas que conforman el contrato.

-¿Cuándo llegarán las armas a Alemania?

-Cinco días después de que hagas el depósito.

Verónica se va para sacarle copia al contrato firmado, es el protocolo que seguimos con cada cliente, todos se llevan una copia de lo que han firmado. Logró ver que Máximo la detiene hablando con ella y luego avanza en dirección al ascensor.

-¿Volveremos a vernos?-frunzo en ceño porque no comprendo su pregunta.-Podría querer aumentar el número de cargamento.

-Esos temas los conversas con Verónica.-la señalo.

-Prefiero tener trato directo con la jefa.

-Yo no.-le dejó claro de inmediato.

Verónica vuelve a entrar y yo me levanto de la silla dispuesta a largarme. Salgo y avanzó por el pasillo para subir al ascensor.

-¡Rafaella!-grita Verónica en mi dirección.

-¿Me falto firmar algo?-es lo primero que pregunto.

-No. Máximo dijo que te espera en casa.

Levanto las cejas con sorpresa porque eso no fue en lo que quedamos.

-¿Eso dijo?-me extraño de inmediato.-¿Se largó?

-Supongo que tenía algún asunto que atender.-se encoge de hombros.

¿Algo más importante que yo?

-Encárgate de despedirlo.-señaló con la cabeza al hombre que sigue en la sala de reuniones.

Me encamino al ascensor para bajar hasta el primer piso, sin poder contener la furia que estoy sintiendo, me sale humos hasta por las orejas.

Gregori me espera fuera.

-¿Dónde está Máximo?-mi voz es el reflejo de lo enojada que estoy.

-Se fue a casa.

-¡¿Cómo que se fue a casa?! Dijo que me esperaría.

-Sube por favor.-señala el auto.

Abro la puerta de la camioneta y me meto en ella sin decir nada más. Gregori va tan tenso como yo.

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