Capítulo XX

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Tras su conversación o discusión, no lo tenía claro, con Valentina, Juliana sentía que se ahogaba, que no podía respirar, así que salió a caminar un rato. Entre lágrimas y sollozos, empezó a pensar en todo lo que estaba ocurriendo, en cómo su vida parecía cambiar de un día para el otro, pasó de estar feliz a hundirse en el miedo absoluto de perder a las dos personas que amaba. En cierto modo entendía a su novia, nadie quiere cargar con el peso de la culpa de los sueños no realizados de quien ama, ella intentaba darle la oportunidad de ir tras lo que había esperado toda su vida. Tal vez su error fue no contarle de inmediato sobre su propuesta de trabajo o simplemente había algo más que no dependía de ella sino del pánico que yacía en lo profundo de su mujer, pavor a que por permanecer a su lado abandonara sus metas y luego en el transcurso de su vida se arrepintiera por ello. No podría soportarlo, no amándola con tanta devoción como lo hacía.

Cuando llegó a casa, un poco más calmada, tuvo la inmensa necesidad de abrazar a Gala y decirle lo mucho que la amaba, lo importante que era para ella, pero su pequeña estaba triste y alicaída después de su conversación con su madre. La sintió llorar, desde el umbral de la puerta, y en sus adentros su alma se rompía en pedazos a sabiendas de la tristeza y decepción que se habían instalado en el corazón de la menor. Se detuvo unos minutos para encontrar las fuerzas necesarias y se acercó muy despacio.

- Hola, pequeña Princesa – la voz de Juliana, aunque suave y paciente, le provocó un sobresalto y recordando las palabras de su madre limpió rápidamente sus lágrimas para que ella no la viera triste.

- Hola Juli – su carita estaba roja, se notaba la falta de alegría y brillo en sus bellos ojos azules.

- ¿Por qué lloras? – preguntó con un nudo en la garganta.

- De felicidad por ti – mintió – Mi mami me dijo que recibiste una gran noticia que te hace muy feliz y estoy alegre por eso – le regaló su mejor intento de sonrisa.

- ¿Sí? – la pequeña asintió.

- Sí, porque todo lo que haga feliz a ti también a mí – era digno de admirar la valentía de la pequeña que anteponía saberla contenta a su propio dolor, nada más alejado de la realidad que eso – También dijo que podrás dar clases de música a otros niños y que los harás muy felices como a nosotras.

- Gala, yo te amo con todo mi ser, eres lo más bonito que me pasó en la vida – la menor la miró a los ojos y esa tristeza le traspasó el alma como si mil dagas se incrustaran en ella al mismo tiempo – ¿lo sabes?

- Yo también te amo mucho, como a mi a mi mami que está en el cielo, por eso quiero que estés muy contenta y voy a orar a mi angelito de la guarda para que te cuide y todo te salga muy bien en tu nuevo trabajo – las lágrimas de la morena hicieron aparición – No llores Juli, por favor – pasó su manita por su mejilla – No debes tener miedo, eres muy buena en lo que haces y todo va a salir muy bien.

- No lloro por eso sino porque te voy a extrañar mucho, princesita – reconoció con pesar.

- Pero yo iré a visitarte, mi mami me lo prometió, además te voy a dar a la vaquita Sofia para que no te sientas solita – comentó intentando darle ánimos para que dejara de llorar – Ella es muy buena y me ha hecho compañía desde que mi mami Dalia se fue al cielo, entonces, ahora lo hará contigo – Juliana la abrazó como nunca, con las ganas de hacer de aquel momento uno eterno, quedarse allí con su princesita y decirle que no iría a ningún lado.

Después de su conversación con Gala, la morena se sentía herida de muerte y no podía ni quería evitar la molestia con Valentina. Entendía su postura de empujarla a cumplir sus sueños, pero de ahí a tomar decisiones por ella había un largo trecho que nunca debió cruzar. Se dirigió a su estudio para buscarla y no la encontró, así que fue hasta las caballerizas y allí estaba peinando la delicada melena de Utopía.

Luna EncantadaWhere stories live. Discover now