Luna Encantada

Capítulo XV

Juliana contemplaba a su novia que yacía profundamente dormida tras una noche de pasión intensa, su cuerpo desnudo sobre las sábanas blancas parecía poesía, sus castaños mechones despeinados le provocaban reír y la perfección de su perfil, junto a la tranquilidad que reflejaba su rostro, hacían de ella una obra de arte perfecta, única, irrepetible. El corazón de la morena latía enloquecido y su alma daba las gracias al destino, a Dios, al cosmos o a cualquiera que hubiera conspirado para ponerla en su camino y permitirle vivir aquel nivel de felicidad que jamás experimentó. Con la ojiazul se sentía amada, especial, con nadie más vivió algo siquiera parecido y así quería permanecer el resto de sus días, dormir abrazada a ella, acurrucarse en su espalda, despertar a su lado, escuchar sus palabras de amor, quedarse a vivir en sus ojos y velar sus sueños en los días cansados. Estaba más que enamorada, sus emociones respondían a esa mujer que con su sonrisa la invitaba a creer en un hermoso futuro y a soñar con una bella familia.

- Te amo tanto, Val, no sé qué me hiciste, y tampoco me importa, solo quiero tenerte conmigo para siempre, en esta y todas las vidas si es que existe alguna más – besó su mejilla y se puso de pie para hacer su rutina matutina antes ir a despertar a la pequeña princesa de la casa.

Gala ni en sus sueños más lindos se imaginó que su vida daría un giro tan importante, con la llegada de su niñera su vida se transformó y la de su madre también. Juliana era todo dulzura, la cuidaba, la adoraba y la hacía sentir amada y protegida, que es lo que todo niño necesita, algo que ella no había experimentado a plenitud. Siendo honestos para Valentina no existía nada más importante que su hija, pero la adulta lidiaba con el peso de sus culpas, por la muerte de su esposa, y los miedos de la traición que la aparto de entregarse nuevamente al amor y eso no le permitía vivir plenamente una relación con su pequeña princesa. Con la aparición de la morena en sus vidas todo cambió, el lastre del pasado cada vez quedaba más atrás y el futuro vislumbraba resplandeciente.

- ¡Buenos días! – gritó Juliana entrando en la habitación de Gala, para su sorpresa ya la niña estaba despierta y salía de su cuarto de baño sonriente - ¿Y ese milagro, tú despierta? – llevo sus manos a la boca exagerando su asombro.

- Es que debo cumplir mi promesa – respondió sin más mientras terminaba de colocarse su uniforme – Estoy lista para que me hagas mis coletas – la morena sintió curiosidad y preguntó.

- ¿A qué promesa te refieres? – se acercó a la pequeña y tomó los utensilios que necesitaba para peinarla.

- Es que prometí que, si te hacías novia de mi mami y no era un sueño, empezaría a portarme muy bien, levantarme temprano para ir al cole, hacer mis deberes los viernes, no comer más chuches de lo debido – respondió y se alzó de hombros – No quiero que Dios se enoje y luego ¡zaz! Que me hace despertar y no estás con nosotras – abrió sus ojos muy grandes – mi mami y yo nos morimos de tristeza.

- Eso no va a pasar, amor – se puso a su altura - ¿Sabes por qué? – negó – Porque las amo con todo mi corazón y no me voy a ir nunca, nunca. Estaré con vosotras para siempre – el brillo en la mirada de la pequeña podría hacerle competencia al día más soleado, sonreía y su corazón latía agradecido por tenerla. Se lanzó a sus brazos y la apretó contra ella dejándole saber todo el amor que le tenía y lo mucho que significaba tenerla a su lado. Juliana amaba a Gal y viceversa, de eso no cabía la menor de las dudas.

- Te amo, Juli, mucho – dijo sonriendo.

- Yo también te amo, princesita, y me encanta verte sonreír, así como ahora – acarició su mejilla con dulzura y volvía a sorprenderse por el parecido entre madre e hija, el azul de sus ojos era impactante a la vista de los demás. Juliana cada vez la sentía más suya, anhelaba el día en que pudiera llamarla hija, pero era consciente de que debía esperar para ver cómo evolucionaban las cosas en su relación con la mayor de las Carvajal.