Capítulo XVIII

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La pequeña Carvajal no podía estar más feliz, desde la llegada de Juliana, su vida y la de su madre habían cambiado para siempre. Atrás quedaron los recuerdos tristes, los malos momentos, las pesadillas y las culpas, ahora reinaba el amor, la paz, la tranquilidad y todo ese amor que nacía de ellas. Gala adoraba el recuerdo de su madre Dalia, a quien lastimosamente no llegó a conocer, y siempre ocuparía un lugar en su corazón, pero eso no impedía que el cariño y el respeto por la novia de su otra madre creciera cada día más. Con ella aprendía de la vida, podía reír o llorar, ver la televisión o pasear, sentirse protegida, cuidar de su mami y, sobre todo, experimentar ese amor infinito que solo una madre de verdad puede brindar. La morena daría su vida por ella si se lo pidieran y eso tanto la pequeña como Valentina lo sabían, por lo que la menor tenía dudas internas sobre cómo referirse a Juliana y si su madre en el cielo se ofendería por llamarla mamá.

- Mami, ¿puedo pasar? – preguntó Gala desde la puerta de la habitación de su madre.

- Claro, princesa, ven aquí – la invito a subir a la cama con ella, la menor la obedeció y se sentó a su lado - ¿Cómo dormiste? ¿Qué tal el brazo?

- Muy bien, el brazo no me molestó nada, ¿y tú? – respondió.

- Muy bien también – y vaya que durmió perfectamente acompañada de su novia que muy temprano se había ido a correr como de costumbre - ¿Necesitabas algo o solo viniste a regalarme tu compañía? – empezó a hacerle cosquillas mientras ella reía sin parar.

- ¡Detente, mami! Por favor – pidió entre risas y la mayor se detuvo. Le tomó unos segundos respirar con normalidad y hablar – Quiero hacerte una pregunta – se puso seria - ¿Crees que Juli se enoje si le digo mamá? – sus mejillas se tiñeron de rojo y su madre se enterneció.

- Juls te adora, mi vida – respondió – Y estoy segura de que no le molesta, pero es algo que debes hablar con ella porque yo no puedo interferir ni responder en su nombre – sonrió y acarició su mejilla con el pulgar.

- Mi corazón me dice que ella es especial, la quiero tanto y me cuida... está conmigo siempre y sus cuentos son los más bonitos – en su voz se reflejaba la ilusión de aquella pequeña que, por primera vez, había encontrado a su otra madre y así lo gritaba su corazón.

- Yo apoyo que hagas lo que te sale del corazón – comentó - ¿Hay algo más que te preocupa? – conocía muy bien a su hija y el suspiro que salió de ella le confirmó que había otra cosa que rondaba su mente.

- Es que le quiero decir mami a Juli, pero me da miedo que mi mami Dalia se enoje – se alzó de hombros con pesar.

- Eso no va a pasar, mi bebé, porque, donde quiera que esté, tu mami te quiere ver feliz y ella sabe que Juls es parte de tu felicidad y la mía – sonrió levemente – Ella vino hasta nosotras para que ya no estemos solitas y tristes, por eso ahora todo el rato nos reímos, jugamos, paseamos, hacemos picnic, nos vamos a nadar.

- Es verdad, mi mami nos quiere mucho y seguro le gusta vernos sonreír – comentó la pequeña y se abrazó a su mami que besó su frente con ternura.

- Por supuesto, mi pequeña, merecemos ser muy felices y ella lo debe estar disfrutando – hizo más fuerte el abrazo entre ambas - Ahora vamos a preparar el desayuno para Juls, ya debe estar a punto de regresar de su entrenamiento matutino – la pequeña asintió y ambas bajaron a la cocina para esperar allí a su persona favorita en la vida.

Valentina decidió pensar que en aquel lugar donde se encontraba, cualquiera que fuera su nombre, Dalia hubiera aprendido de sus errores y estuviera apostando por la felicidad de su retoño. Ella le había perdonado, pasó página, ahora se atrevía a construir otra historia de amor que esperaba le durara para siempre y un poco más al lado de su alma gemela.

Luna EncantadaWhere stories live. Discover now