Capítulo 26

26 5 0
                                    

—Vamos, dale, dale, Garlen, no te dejes vencer, no seas nenita — repetía mientras mi hermano presionaba los controles de la consola.

Estábamos pasando tiempo juntos, después de tantas semanas pasando los unos de los otros, decidí que una tarde de consola con mis mellizos favoritos no caería mal. Así que mientras yo apoyaba a uno de los dos ellos jugaban al Mario Bros, y mi padre que se había tomado aquel sábado libre apoyaba a la nena, a Gabriel.

—Las princesas no lloran, las princesas...

—¡Facturan! — exclamó mi hermana sin despegar los ojos ni por un momento de la pantalla.

—¡Esa es mi nena! — exclamó mi padre, como un niño, lo que me hizo reír.

En ese momento escuché cuando el microondas pitó. Había hecho unas palomitas de maíz y el acuerdo fue que en cuanto estuviesen listas veríamos una película de terror (que eran las pelis que más amábamos mis hermanos y yo). Así que fui corriendo a por las palomitas. Las saqué del microondas y las pose en un bol mientras escuchaba los gritos de Garlen por haber ganado la partida. Así que cuando volví a la sala lo felicité, y mi hermana tan espontanea como siempre le hacía muecas hasta que el cedió por decir que la victoria era de ella. Pero no, no fue sarcasmo fue capricho. Quiso consentirla, lo que parecía incluso surreal.

Mi historia con esos dos niños también era tremenda. Últimamente estaba apreciando más las cosas a las que no le daba tanta mente. Como ellos, o la música.

En primera instancia cuando siempre, desde que me enteré de que tendría dos hermanitos fui super responsable, cuidaba a mi mamá como si fuera una niña pequeña y cuando nacieron eran la luz de mis ojos, aunque al entrar a la adolescencia dejé de prestarles tanta atención. Mamá, cuando los dos cumplieron los tres años, los envió a vivir con mi abuela. Aunque siempre pasaba tiempo con ellos, pero en la semana vivían en casa de mi abuela, yo en cambio, vivía con ella, que de todos modos no pasaba tanto tiempo en casa por la escuela.

Y así hemos seguido hasta ahora, que nos mudamos al otro lado de la ciudad y ellos se quedaron en casa de los abuelos por el colegio, hasta entrar a secundaria.

—¡Y qué tal si tocas algo en el piano, Emma! — exclamó la pequeña Gabriel.

—Mmmm... — fingí pensar esperando una sugerencia de papá.

—Adelante — me alentó él.

Y los cuatro nos acercamos a la parte del salón donde se encontraba el piano. Me senté en la butaca y Gabriel y mi hermano se sentaron cada uno a mi lado mientras papá se recargaba en la cola, mirándome con una sonrisa.

Empecé a tocar las teclas con pausa y suavidad, me relajó tanto el sonido de las notas, mi familia en silencio mientras yo memorizaba la letra antes de empezar.

Cuando estas, gesticular se me hace imposible y ya, no hay nada mas que me pueda impresionar, si estan tus ojos dulces ojos que mas da. Tenia tantos sueños, ahora son sueños y tu. Busque mil respuestas, derretiste el iglú. No lo sabia, estaba en un ataud... hasta que tu... Aun no la termino.

—¡Uuuuhhh! — exclamó mi papá con mis hermanos mientras aplaudían eufóricos.

—¿Es reciente? — preguntó Garlen.

Asentí con la cabeza, y con total entusiasmo porque era la primera vez que tocaba esa canción, aunque apenas pasó una semana desde que la escribí y que no estuviera terminada hasta ahora.

—Ósea que Emma está enamorada — canturreó Gabriel.

La miré mal, deseando porque no se me hayan calentado las mejillas.

Un trato con Lason Harrison - Soribel Morel (ACTUALIZANDO)Where stories live. Discover now