Emma lleva cierto control en su vida. No es normal, no porque sea nerd, sino porque lleva todo controlado y premeditado. No deja que ningún suceso, desde un simple pestañeo hasta el idiota del chico mas popular derramando una malteada en su jersey...
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POV. Emma:
Clase de química... mi peor pesadilla. Estaba luchando para no dormirme, y cada vez que estaba a punto de cerrar los ojos el profesor soltaba alguna exasperante exclamación que me hacia sobre saltar y hacia que mi enojo creciera más.
Viejo estúpido.
—Entonces... — murmuró el idiota de Lason a mi lado.
Le miré con cansancio.
—¿Qué?
—Quiero invitarte a salir — musitó.
—Quiero sacarme los ojos — contrataqué.
—¿Tiene sentido? —frunció el ceño, extrañado.
—¿Debe tenerlo? — puse los ojos en blanco.
Se quedó en silencio cuando el profesor nos lanzó una mirada de desaprobación, luego continuó explicando y escribiendo en la pizarra. Sentía los ojos de Lason sobre mí, y empecé a tener cierto tic nervioso en la pierna. No me gustaba que me miraran mucho, me irritaba.
—En fin, quiero invitarte a salir.
Lo miré mal.
—¿Ahora que otra fiesta loca se te ocurrió?
—Mis fiestas no son locas.
—Eso no lo prueba el hecho de que me emborraché por primera vez en la ultima fiesta que armaron tus amigos — volví a mirar al frente.
Increíble, en un parpadeo la pizarra ya estaba llena de cálculos.
—Te dije que no tomaras tanto.
Mentiroso, no me dijo nada.
—Si es por ti me da un coma alcohólico.
Contuvo la risa.
—Iba a llevarte a casa, pero tú te opusiste — objetó.
—No quería que mis padres me vieran así.
—Oh claro, Madre Theresa de Calcuta.
Lo miré mal.
—¡Ustedes dos!
Ambos dimos un respingón cuando el profesor estampó su mano en nuestra mesa, que era de las primeras filas de delante.
—Lo siento — musité, sonrojándome porque ahora todo el mundo nos miraba a nosotros, y además la cara de enojo del maestro Carlos Julio era de temer, a la vez irritante — No volverá a pasar.
—Ambos salgan de mi clase.
—Pero... — intenté decir.
—¡Ahora! — señaló la puerta
Apreté la mandíbula. Tomé mis cosas con una rapidez alucinante y salí disparada del salón, como una bala. Ni siquiera me di cuenta de que Lason también me seguía. Hasta que se interpuso en mi camino y lo fulminé con la mirada.
