23.

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— ¿Estas segura pequeña?

— Si papá, ya tengo quien vea el departamento para ponerlo a la venta. Solo tengo que ir a cerrar algunas cosas.

— Es tu país.

Esteban se sentó en la mesa junto a su hija. Tal como lo dijo, no se subió a ese avión que la llevaría a su país y decidió quedarse en España junto a su padre, resguardada y feliz.

Se tomó unos días, un tiempo sin su celular y sin sus redes sociales o su nueva vida mediática. Quería volver a ser la niña de papá durante esas dos semanas que decidió desaparecer del mundo y simplemente pasar tiempo con quien todavía daba confort a su vida hasta en momentos así.

No supo más nada de Julian, o al menos nada más de lo necesario, sabía que estaba bien y llegó a verlo en canales deportivos que cubrían el entrenamiento de River. Habló con sus amigas y Enzo entre aquella semana para que sepan que estaba tomándose un descanso. Pensando una y otra vez que haría después de todo eso.

Hasta que uno de esos días, sentada con su padre en las hamacas ubicadas en el porche de la casa, sintió tanto alivio que no se imagino marchándose de allí.

Quizá era su miedo ante la situación, quizás no quería solo afrontar el hecho de ver a Julian y pensó la forma más rápida de escapar de aquel dolor que se instalaba en su pecho de solo pensar en lo que pudieron haber sido. En la promesa que hicieron y en como le dolía que ni siquiera le haya dado la oportunidad de explicar que había pasado en realidad.

— Pero vos sos mi papá. — Respondió firme. — Y creo que hoy elijo esto.

— Creo que en momento que pises ese lugar...

— Papá.

— Y lo veas a él...

— ¡Papá!

— Lo que tu quieras mi pequeña. Lo que tu quieras estaba bien. — Apretó su mejilla. — Siempre.

En los próximos días finalmente Alba saldría hacia su país. Luego de un mes entero sin haber llegado a él como lo planeó. El viaje se le hizo bastante rápido, durmió lo que pudo decidida a llegar con la mayor energía para recibir a sus amigos con la mejor vibra posible. Los extrañaba con locura, deseaba y nesecitaba sentirlos cerca.

Alexia y Olivia la recogieron del aeropuerto. Tal como a inicios del año anterior, desde el mismo lugar hacia el mismo destino.

Una nostalgia la invadió de solo pensar que esta situación se repetía nuevamente, solo que sin un novio idiota que la haya dejado plantada y enamorada de un jugador cordobés que en ese momento la odiaba con locura.

— Nesecitaba tanto esto. — Susurró en medio del abrazo.

Imploro no ir a su departamento, no estaba completamente segura de poder afrontar aquel lugar donde compartió su último momento con Julian después de no hablar con él por un mes completo.

Sus amigas lo sabían, y también sabían que ese momento debía ser para ella sola.

Se encargaron de hacerla pasear, reír y divertirse como siempre lo hacían. Su primera comida del día fue en una cafetería en la que pararon a desayunar después de un largo viaje por parte de Alba. Juraba que la comida del avión no había pasado o que su mala suerte se reducía a que lo hizo en el momento que ella se durmió. Lo cual no la sorprendería.

Pasaron la mayor parte del día por la ciudad. Con las maletas enterradas en algún lugar del baúl del auto de Alexia donde no molestaran, no era importante en ese momento de todas formas.

— Quiero manejar. — Soltó cuando se acercaron al auto.

Ambas amigas se miraron sorprendidas entre sí.

Llegaste a mi | Julián ÁlvarezWhere stories live. Discover now