53. Después de la boda.

5K 363 117
                                    

—No puedes decirle nada —susurro para nosotras dos, sigo mirando la puerta que acabo de cerrar y justo me doy cuenta del error que he cometido—

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

—No puedes decirle nada —susurro para nosotras dos, sigo mirando la puerta que acabo de cerrar y justo me doy cuenta del error que he cometido—. Lo solucionaré.

—No es algo que puedas solucionar —su voz suena dura con un toque de tristeza—, ¿Grace lo sabe?

—No.

—Como siempre, eres libre de tomar tus propias decisiones, no me he involucrado en tu relación y no lo haré ahora —y escucho sus pasos alejándose.

Me duele, estoy cada vez más perdida en loa problemas, es como si no tuvieran fin, siempre hay algo que termina desencadenando la tristeza y el dolor. No quería que Carol se enterara de esa forma, y tiene razón, no es algo que yo pueda solucionar, lo mejor es contárselo a Damián hoy mismo, estemos como estemos, no puedo seguir sola con esto y es cruel que todos se enteren antes que él.

Subo las escaleras decidida a arreglar esto de una vez por todas, necesito un poco de tranquilidad y no lo conseguiré a base de mentiras. Su puerta se encuentra abierta, así que paso sin anunciarme, intento ser fuerte, cruzo los brazos abrazándome mientras observo como mete la ropa en una maleta abierta que está en la cama.

— ¿Qué haces? —pregunto con la garganta seca, ya sé la respuesta y eso no mejora la situación. Damián no responde, sigue metiendo ropa en la maleta—. ¡¿Qué haces?! —le grito—, detente.

Camino bruscamente y cojo un puñado de ropa para sacarla de la maleta, él no se irá, no puede irse, no por ella.

— ¡¿Qué quieres de mí, joder?! —me grita y me arrebata la ropa que estoy intentando sacar.

—Quiero que me digas qué carajos estás haciendo Damián, eso es lo que quiero —me mira, lo miro, no me gusta lo que sus ojos me hacen sentir.

—Largarme de una vez por todas, eso es lo que hago —y vuelve a meter la ropa en la maleta, retrocedo y dejo que continúe—, lo intenté, Dios sabe cuánto lo intenté, pero me rindo, no puedo seguir viviendo de esta manera.

—Eres un imbécil, eso es lo que eres —finge ignorarme—, me terminas de la forma más inmadura y cobarde que existe, luego buscas a una de las personas que más detesto para follártela en mi casa.

—No estaba aquí para coger, y si así fuera, a ti no te debería de importar —intenta cerrar la maleta y gruñe cuando se traba el cierre—, además, la lista de personas que detestas es demasiado amplía.

—Claro, ahora juguemos a quien le hace más daño a quien —me río—, claro que me importa con quien te acuestas, eres mi novio, estamos a punto de casarnos.

—No —observo sus hombros tensarse y baja el rostro, agradezco que me dé la espalda porque no quiero que me observe—, tienes razón, lamento haberte terminado de esa forma, merecías una conversación y explicación, pero no podía mirarte a la cara y decírtelo, ambos sabemos que necesitamos parar.

Las reglas para amarte | 2.0Where stories live. Discover now