34. Siempre que estemos juntos.

7.9K 454 73
                                    

— ¡¿Qué haces?! —chillo y pataleo cuando me carga, coloco los brazos alrededor de su cuello, hace una mueca chistosa para indicarme que lo estoy apretando demasiado fuerte, relajo el agarre

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

— ¡¿Qué haces?! —chillo y pataleo cuando me carga, coloco los brazos alrededor de su cuello, hace una mueca chistosa para indicarme que lo estoy apretando demasiado fuerte, relajo el agarre.

—He dicho que por fin estamos solos —repite con diversión, está de un excelente humor.

En solo dos días avanzamos un montón, no hemos podido descansar, pero gracias a eso hemos convertido el basurero en un lugar para vivir. Las paredes están húmedas por la pintura y hay periódicos en el suelo, todo está organizado, vacío, pero organizado.

— ¡Si, estamos solos! —repito entre risas, echo la cabeza hacía atrás—. ¡Bájame! —intento fingir seriedad, no me sale.

—Claro que no —me saca la lengua.

Y no sé cómo hace, pero logra abrir la puerta y sale conmigo en brazos del apartamento, intento con todas mis fuerzas dejar de reír, no quiero que nos llamen la atención recién llegados. Nuestros ojos chocan y noto esa ilusión mezclada con amor.

—Damián... —susurro su nombre lentamente cuando intuyo lo que hará a continuación.

—Su majestad debe entrar como corresponde —su sonrisa se borra al mismo tiempo que la mía, nuestras miradas se cargan de sentimiento.

Podría mirarlo por toda la vida y jamás me cansaría.

Damián entra conmigo en brazos y cierra la puerta con el pie, en ningún momento rompemos la conexión entre nuestras miradas, siento que se me eriza la piel, el momento es tan emocionante que tengo ganas de llorar.

—Bienvenida a nuestro hogar, reina mía.

Mi corazón se detiene para reanimarse a una velocidad increíble, no está jugando, no está bromeando, no hay una pizca de gracia en su voz, lo ha pronunciado con seriedad, porque se lo cree. Mis labios se curvan poco a poco mientras me deposita en el suelo, frente a él.

—Cuando haces estas cosas siento que vivo en un sueño —le confieso. Alzo la mano y paso los dedos por su mejilla—. No he hecho nada para merecerte y aun así aquí te tengo, siendo el protagonista de mis fantasías.

—Decir cosas excesivamente románticas se te está dando de maravilla —detiene el paseo de mi mano agarrándola y llevándosela a los labios.

—Antes no entendía como te salían palabras bonitas tan fácil, como sorprendías con cada una de tus acciones, cuando inicié la lista estaba viviendo un infierno porque no sabía nada de como expresar el amor, hasta ahora.

—Nunca tuve una plantilla, Amanda —la forma en que pronuncia mi nombre me hace lanzar un suspiro.

—Lo sé, lo entendí cuando empecé a cumplir mis propias reglas —niego con la cabeza y me muerdo el labio inferior—, entre más me esforzaba más mal salía todo.

—En parte era mi culpa —se ríe.

—No —lo interrumpo—, es que no hay plantilla para expresar lo que sientes, es algo que fluye cuando encuentras a la persona correcta. Jamás he sido cursi, jamás he tenido que dar detalles, siempre tuve todo asegurado hasta que entraste a mi vida. Sorprenderte se convirtió en mis deseos, y expresarte lo que siento en mi necesidad.

Las reglas para amarte | 2.0Where stories live. Discover now