46. Ódiame, pero quédate conmigo.

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Observo mi reflejo cansado en el espejo, tengo los ojos hinchados y unas ojeras difíciles de ocultar, tengo la piel pálida y me siento débil, no puedo ignorar para siempre las quejas de mi cuerpo, no he comido adecuadamente y me duele el estómago,...

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Observo mi reflejo cansado en el espejo, tengo los ojos hinchados y unas ojeras difíciles de ocultar, tengo la piel pálida y me siento débil, no puedo ignorar para siempre las quejas de mi cuerpo, no he comido adecuadamente y me duele el estómago, también me arden los ojos y tengo los labios tan partidos que me sangran.

Estoy completamente perdida, quisiera poder cuidar de mí misma, pero me es imposible, no quiero hacer absolutamente nada, me cuesta levantarme de la cama, las horas pasan y ni siquiera puedo dormir, mi cabeza está en Alex, su estado, su novio, lo que me perdí por ser tan egoísta y solo centrarme en mí.

Anderson no nos alejó tanto como pensaba que lo haría, nos pagó un pent-house con varias habitaciones y en teoría Marcos también se hospedará con nosotros para evitar rumores. Damián en estos momentos debe encontrarse encerrado en la habitación más lejana que encontró, él también necesita su espacio.

No hay soluciones, me rindo, Anderson ganó, no vale la pena desgastarme en una guerra perdida.

No he dicho palabra desde que Anderson nos dejó la última advertencia, ni siquiera le discutí a Marcos por ser semejante soplón de pacotilla, es más, lo ignoré, Damián se encargó de conversar con él, yo solo me encerré y me sumí en la soledad.

Me lavo la cara por cuarta vez, el agua fría me quita el sueño por aproximadamente una hora, así ha sido mi rutina desde que llegué, acostarme, pensar, sacar un par de lágrimas, adormecerme y lavarme la cara, repito lo mismo una y otra vez.

Me acuesto en la cama y abrazo una de las esponjosas almohadas, paso los dedos por ella y sigo pensando en todo y en nada.

— ¿Qué quieres que hagamos? —escucho su voz, está pegado a la puerta cerrada, me quedo en silencio, quizá así piense que estoy dormida y se vaya—, no puedes evitarme toda la vida.

—No, no toda, al menos lo que me queda —le respondo con la voz ronca, triste, quebrada—, déjame en paz, solo avísame cuando sea hora de relevar a tu nueva novia.

Me duele, claro que me duele.

Me molesta hablar de Laura, tengo un nudo en la garganta y muchas preguntas. Damián esquivó el tema, sigo pensando que se acostaron, que a él no le importó todo lo que nos hizo, mientras que a mí me tocó rogarle para que escuchara mis disculpas.

Ella siguió en su vida.

—Deberíamos hablar... —suena como una súplica.

—Quiero saber qué sucedió con Laura —abrazo con más fuerza la almohada, pasan unos segundos en silencio.

No necesito más confirmación.

Escucho el crujir de mi corazón, nuevamente los ojos me empiezan a picar, ya no puedo con tanto.

—No es momento para hablar de lo que pasó o no mientras estábamos separados, eso puede esperar.

—Nada puede esperar —respondo en voz baja, no sé si me escucha o no, pero continúo—, supongo que lo hiciste para lastimarme, otra cosa para agregar a la lista, ¿firmaste los papeles que me dejarían en la ruina y luego te fuiste a celebrar con ella?

Las reglas para amarte | 2.0Where stories live. Discover now